De repente, un verano by Robyn Carr

De repente, un verano by Robyn Carr

autor:Robyn Carr
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2016-08-13T22:00:00+00:00


El pastor Noah Kincaid salía del pueblo en su coche una soleada tarde de sábado cuando pasó por casa de Lydie Sudder y notó algo raro. La saludó al pasar, pero ella no le devolvió el saludo a pesar de que estaba sentada en el porche. Noah dio media vuelta y aparcó delante de la casita. Enseguida vio qué le había chocado: hacía todavía bastante fresco a la intemperie, pero Lydie estaba sentada en el porche delantero de su casa vestida solamente con una combinación.

—¿Lydie? —preguntó mientras se acercaba al porche.

Ella levantó los ojos y sonrió, pero su mirada tenía una expresión distante. Parecía aturdida. Noah había pasado mucho tiempo en residencias de ancianos y hospitales y sabía que Lydie era mayor, diabética, tenía artritis y sufría del corazón.

—Bueno, querida —dijo con una sonrisa, tomándola del brazo—, será mejor que entremos y que te pongas una bata o un vestido. Vamos a llamar al doctor Michaels para que venga a echarte un vistazo, a ver si tienes el azúcar disparada o algo así.

—¿Umm? —preguntó, sonriendo un poco. Aunque casi todos los domingos se sentaba en las primeras filas de la iglesia, saltaba a la vista que no estaba segura de quién era Noah. Se levantó, sin embargo, y dejó que la llevara dentro de casa.

Qué frágil era, se descubrió pensando Noah. No estaba seguro de su edad, pero tenía el pelo blanco, el cuerpo huesudo y envejecido y parecía muy débil. La llevó a la cocina y la hizo sentarse a la mesa.

—Espera un segundo, Lydie, voy a buscar tu bata y tus zapatillas —levantó el teléfono de la cocina y llamó a Cameron Michaels a casa. Era sábado y no habría nadie en la clínica. Fue directo al grano—: Hola, Cam, estoy en casa de Lydie Sudder. Me la he encontrado en el porche, en combinación, y parece desorientada. Creo que no me reconoce.

—Enseguida voy —contestó el médico—. ¿Puede oler su aliento?

—Claro, pero no me ha parecido que oliera a fruta —se inclinó hacia la boca de Lydie.

Ella agitó las manos rápidamente, como si espantara una mosca.

—No noto nada, Cam. Lo siento, no sé cómo valorar su nivel de azúcar.

—¿Está nerviosa?

—Solo se ha alterado cuando he intentado olerle el aliento —contestó Noah—. ¿Puedes darte prisa?

—Voy para allá. Hazme un favor y llama a Mel a casa, dile que vaya para allá, por si es una emergencia.

—Claro.

Noah hizo lo que le había pedido el médico y luego fue en busca de una bata o algo para cubrir a la anciana. En la puerta del dormitorio encontró un vestido y unos zapatos. Era como si se hubiera desvestido allí mismo antes de salir. Le llevó el vestido y ella dejó que la ayudara a ponérselo y a calzarse. Luego Noah se sentó a la mesa, frente a ella.

—Bueno, Lydie, ¿tienes idea de quién soy?

Ella le sonrió y asintió, pero no dijo nada.

—Soy Noah, Lydie. El pastor Kincaid. ¿Te encuentras bien?

Se limitó a sonreír vagamente y a trazar un círculo sobre la mesa con el dedo índice.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.