Dados del destino by Robyn Carr

Dados del destino by Robyn Carr

autor:Robyn Carr
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2016-04-27T22:00:00+00:00


Capítulo 11

Después de leer el guion y celebrar algunas reuniones con Jay y Sean para hablar sobre los compañeros de reparto, Dylan dejó las negociaciones en las muy capaces manos del agente de su abuela, Lee Drake. A partir de ese momento, las conversaciones con Jay o con Sean no tratarían de los términos del contrato.

Sí hablaron sobre el guion, los cambios a realizar en la historia, los actores que se barajaban. Aunque los agentes seguían negociando, Dylan era consciente de la desproporcionada cantidad de dinero que recibiría por su papel del tipo duro, un motero que acababa siendo el chico bueno.

—Esa es mi parte favorita —le contó a Adele—. Llevó mucho tiempo intentando terminar siendo el chico bueno.

—Creo que no te ves realmente como eres —respondió su abuela—. No me refiero a la película, sino a tu vida.

No debería haberle sorprendido seguir recibiendo llamadas de Cherise, Bryce y Blaine, a pesar de que llevaba una semana ignorándolos. Llegó a considerar responder siquiera a una de esas llamadas, aunque solo fuera para dejar claro que no iba a contestarlas. Sin embargo, la decisión fue tomada por él mientras aguardaba cola en el Starbucks.

—¿Dylan?

Aunque habían pasado muchos años, reconoció la voz de su hermanastra.

—Hola, Blaine —la saludó—. Qué casualidad encontrarnos aquí.

—No es ninguna coincidencia —ella sacudió la cabeza y la bonita cabellera rubia se deslizó sobre sus hombros—. Te he estado buscando.

Eso ya se lo imaginaba. Debía de haberlo seguido, pero, ¿desde dónde? No había vuelto a ir al despacho de Jay desde el primer día. Se habían reunido en restaurantes, vestíbulos, la casa de Jay o de Sean, algunos locales que no eran conocidos.

—¿Tienes un momento? —insistió la mujer.

Era una mujer hermosa y él recordó lo enamorado que había estado de ella siendo niño. Era la hija de su tercer padrastro y pasaba mucho tiempo en su casa. Afortunadamente, ella jamás le había hecho caso, pues él había sido demasiado joven para comprender lo complicada que era. A pesar de sus cuarenta años, seguía siendo muy hermosa, algo increíble dada la cantidad de problemas que arrastraba desde su adolescencia: problemas con las drogas, el alcohol, entradas y salidas en clínicas de rehabilitación. Había perdido la cuenta de sus matrimonios, o quizás no les había hecho caso.

—Acabemos con esto. ¿Me permites invitarte a un café?

—Con leche descremada —contestó ella—. ¿A la terraza? —sugirió cuando él le entregó su taza.

—Te sigo.

Blaine lo condujo al extremo más alejado del patio, hasta una mesa protegida por un parasol donde, por supuesto, estaba sentado Bryce.

Bryce, de treinta y dos años, no había resistido tan bien el paso del tiempo. Se le veía hinchado y con aspecto desorientado. Dylan ni siquiera lograba recordar qué problemas había tenido. En un breve instante de misericordia, pensó que Bryce solo había contado doce años cuando Adele se lo había llevado a él de ese mundo. Blaine tenía veinte y ya había hecho varios papeles, incluyendo una breve aparición en su telecomedia. Pero, edad aparte, ellos dos, y otros miembros



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