Días turbulentos by Ángel Oliver

Días turbulentos by Ángel Oliver

autor:Ángel Oliver [Oliver, Ángel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1955-08-31T00:00:00+00:00


LAS procesiones de Semana Santa se celebraron en la ciudad sin la magnificencia de otras poblaciones españolas. Juan formó en el incógnito grupo que transportaba el paso de Jesucristo en la procesión del Silencio, llamada en la región dos Caladiños. Procesión de los Calladitos es la traducción más aproximada al castellano, pues el iño gallego es intraducible. La procesión grande del Viernes Santo, en la que don Juan Bastida tenía un puesto de mucho lucimiento, no pudo salir a la calle porque llovió torrencialmente durante todo el día.

En casa de los Bastida la semana se fue en preparativos febriles para la fiesta del sábado. El padrastro de Juan se reservó cincuenta invitaciones para los amigos íntimos de la casa y algunas autoridades, y dispuso que las cien restantes fuesen distribuidas por una comisión de señoras que presidió Lelita Blanco. Faustina quiso protestar, y aun la misma Isabelita puso mala cara a esta decisión de su padre. Pero don Juan se mantuvo firme, acaso ansioso de poder demostrar que El Príncipe de Maquiavelo podía ser escrito por cualquiera.

—¡Tontas! Ciento cincuenta invitaciones no alcanzan a todos nuestros amigos. Han de quedarse sin ella, forzosamente, muchos. ¡Y vosotras pretendéis seleccionarlos; nada menos que dar preferencia a unos sobre otros!… Con cincuenta nos llegan para los que realmente interesa que vengan. En torno a las otras cien, que se libren las batallas. La fiesta se acabará, como se acaba todo, y los despechados que hayan quedado fuera caerán sobre Lelita Blanco, no sobre nosotros.

Adolfito Violín detuvo a Juan en la calle para preguntarle nerviosamente si había sido incluido entre los invitados.

—Verás, es que mi frac no está en buen estado, ¿sabes? Me costaría algún dinero arreglarlo. Por eso quería saber si seré invitado. —⁠Y añadió, con angustia infinita, quebrándosele la voz de despecho⁠—: Mimo Postines ya ha recibido su invitación, Juan…

—Pues no sé nada de eso, Adolfiño. Con todo corre la bruja esa de Lelita Blanco. —⁠Y, compadeciéndose de la ansiedad del otro, añadió⁠—: Ti arréglate o frac. Si no recibes la invitación, pasa por casa a la hora de cenar. Yo te meto.

La cara de Adolfito resplandeció de agradecimiento.

—Pero estarás allí, ¿eh? ¡Por Dios, no me faltes! —⁠suplicó Violín juntando las manos a la altura del pecho.

Como Juan desconfiase de todos en la casa, y por otra parte no quisiese pedir nada a nadie, mandó por su cuenta cuatro invitaciones a Videgaín, que tenía dos hijas casaderas, y dos a Margarita Lázaro. «Lo peor que puede ocurrir —⁠pensó⁠— es que los invitemos dos veces».

Después de la comida del sábado, Juan se echó a dormir, y fue despertado a las ocho de la tarde por Josefa, que le traía el frac nuevo. Como la doncella permaneciese en el dormitorio más tiempo del necesario, Juan la alcanzó con un pellizco convencional y Josefa se retiró, muy satisfecha. El olor de la tela nueva despertó en el joven un tropel de ilusiones misteriosas, y se vistió rápidamente la camisa de pechera planchada, los puños postizos y la tirilla.



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