Cuando fuimos a ver el fin del mundo by unknow

Cuando fuimos a ver el fin del mundo by unknow

autor:unknow
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Recopilatorio, Ciencia Ficción
editor: Caralt
publicado: 2013-05-08T04:00:00+00:00


El rugido que hacía retemblar los huesos y la vibración del despegue, desaparecieron de repente. Sentado en el puesto adaptado a su cuerpo, vigilando los grupos de diales e instrumentos situados a pocos centímetros de sus ojos, Kinsman pudo sentir cómo disminuían la presión y la tensión. No es que regresaran a normal. Sino a cero. Ya no se sentía aplastado contra el asiento, sino que sólo parecía tocarlo ligeramente, como si flotara en él, sujeto únicamente por sus correas.

Era la cuarta vez que sentía la ingravidez. Y eso aún le hacía sonreír en el interior del incómodo casco.

Sin pensarlo, tocó un botón de control situado en el brazo de su sillón. Un reactor de maniobra se puso en marcha brevemente y el bulto pesado y maravilloso del planeta Tierra apareció ante él a través de la portezuela situada frente a Kinsman. Se curvaba, enorme y sereno, azul en su mayor parte, pero ligeramente envuelto por la más pura capa de nubes, hermoso, pacífico, brillante.

Kinsman podría haberse quedado observándolo eternamente, pero escuchó sonidos de movimiento en sus audífonos. Las dos mujeres estaban sentadas detrás de él, una al lado de la otra. La cabina de la nave espacial tenía el aspecto del interior de un submarino: los tres asientos estaban instalados entre hileras de instrumentos y equipo.

Jill Meyers, que llegó al programa astronàutico a través del Departamento Médico Aeroespacial, era oficialmente la segundo, piloto y la oficial biomédico. Y Kinsman sabía que también era dama de compañía. La fotógrafo Linda Symmes era, simplemente, una pasajera.

Los audífonos de Kinsman crepitaron en una incorpórea unión con la Tierra.

—AF-9, aquí control Tierra. Les hemos confirmado en órbita. Trayectoria nominal. Funcionan todos los sistemas.

—Comprobado —dijo Kinsman por el micrófono del interior de su casco.

La voz, que ya empezaba a desvanecerse, adquirió un tono coloquial ordinario.

—Parece que estás en buen camino, Chet. Obtendremos los parámetros orbitales de la computadora y te los daremos cuando pases Ascensión. Probablemente, no tendrás que hacer muchas maniobras para la cita con el laboratorio.

—Bien. Aquí, en el panel, todo está verde.

—De acuerdo. Control Tierra fuera —débilmente, la voz añadió—: ¡Ah...! y buena suerte, Padre Creador.

Kinsman sonrió burlonamente al escuchar esto. Levantó el visor de su casco, desabrochó las correas y se volvió en el asiento.

—Muy bien, chicas, podéis quitaros los cascos, si queréis.

Jill Meyers levantó el visor y empezó a soltar las sujeciones del cuello del casco.

—Lo haré yo primero —dijo—, y así podré ayudar después a Linda con el suyo.

—¿Seguro que no necesitáis ninguna ayuda? —ofreció Kinsman.

Jill se quitó el casco.

—He estado en órbita más tiempo que tú. ¿Y no deberías estar prestando toda tu atención a los instrumentos?

De modo que es así como van a ir las cosas, pensó Kinsman.

El rostro de Jill era redondo y chato y parecía tan brillante como una moneda recién acuñada. Tenía la nariz chata, la boca amplia y el pelo corto, de un color moreno más bien mediocre. Kinsman sabía que, bajo el traje presurizado, había una figura que, en el mejor de los casos, podía ser descrita como ordinaria.



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