Cuando el dominó cae by Patricia A. Jackson

Cuando el dominó cae by Patricia A. Jackson

autor:Patricia A. Jackson
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Libros Star Wars


—Esto ha pasado —dijo Ransom. Le lanzó un objeto cilíndrico—. O, mejor dicho, esto no ha pasado. —Ancher capturó hábilmente en su mano el transpondedor personal—. Se suponía que si saltaba la alarma de la armería imperial, el transpondedor alertaría a mi equipo de respaldo. —Frustrado, suspiró—. De alguna manera, quedó dañado en la refriega y, sin la señal, los Chicos de Blanco nos localizaron más rápido de lo que el viejo Jabba podría reclamar una deuda. Sin respaldo, sin posibilidades, sin salida.

—¿Dónde están? —le preguntó Drake con timidez, mirando las celdas vacías a su alrededor—. ¿La otra mitad de su tripulación?

Ransom apretó sus gruesos labios, hermoso incluso frunciendo el ceño.

—Retirados permanentemente, chico. Dado que era el líder, me han mantenido con vida para que sirva de ejemplo.

—¿No puedes arreglarlo? —preguntó Ancher, examinando la unidad.

—Si se tratara del transpondedor de una nave, podría arreglarlo, cambiarlo, hacer que cantase el himno de la República. —Ransom sacudió la cabeza para apartarse unos mechones oscuros que habían caído sobre sus ojos—. ¿Esa cosa? No tengo ni idea.

—¿Puedo ver ese transpondedor? —Drake tomó la unidad de Ancher, entregándosela a la wookiee—. ¿Puedes arreglarlo?

—Eh, un momento —protestó Ransom.

Drake le hizo callar con un gesto desdeñoso. Sujetando la barra de luz sobre un catre cercano, vio cómo Nikaede sacaba los delicados cables a través de la sección superior. Aullando para sí misma, la wookiee empezó a inspeccionar cada cable, olfateando el cable defectuoso. Con mucho cuidado, desconectó un cable suelto, haciendo una evaluación aproximada de los daños; entonces rápidamente se puso a enrollar el cable alrededor de los cabezales de plomo, sin dejar de pelarlo.

—Tait —susurró el chico socorrano—, será mejor que la ayudes. Yo no sé mucho acerca de códigos de transpondedor. Ella tiene miedo de alterar la señal.

Moviéndose junto a Ancher, Drake se apoyó en el recinto de plastiescudo lleno de marcas. La pared de la celda había sido construida con una fibra de plástico transparente, reforzada con anticuadas barras de acero que habían sido soldadas contra la estructura. Los ojos del viejo contrabandista estaban distantes y fríos, sin ver nada más allá de la oscuridad.

—¿Qué estás pensando, Ancher?

El corelliano resopló por la nariz, con una sonrisa en sus labios.

—Estaba pensando en todas las acrobacias estúpidas que he realizado en mi vida. Todas las carreras suicidas, los amigos que hice… y los enemigos —gruñó, frunciendo el ceño de repente. Entonces volvió la característica sonrisa torcida—. Y, por supuesto, las damas —suspiró con nostalgia Ancher—. ¿Sabes? Cuando ese informe llegue mañana, puede que haya suficientes recompensas contra mí para sumar un total de 300.000 créditos. —Vaciló—. Yo solía pensar que era una señal de distinción.

—¿Qué te ha hecho cambiar de opinión?

—El valor de la vida, Drake. El valor de mi vida. —Alborotó el cabello del chico—. Y las pocas personas que me importan.

—¿Es por eso por lo que mi padre y tú discutíais hoy? ¿Estás preocupado por él?

—Drake, no estoy de acuerdo con lo que está haciendo tu padre. Está buscándose demasiados problemas, graves problemas. —Desvió la mirada—.



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