Cristianos y renegados by Reinhart P. Dozy

Cristianos y renegados by Reinhart P. Dozy

autor:Reinhart P. Dozy [Dozy, Reinhart P.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1861-01-01T00:00:00+00:00


XII

Abdala subía al poder en fatales condiciones. Minado el Estado hacía tiempo por los antagonismos de raza, parecía marchar rápidamente a su ruina y descomposición. Si el emir no hubiera tenido que hacer frente más que a Ben-Hafsun y a los serranos, menos mal; pero la aristocracia árabe, aprovechando el general desorden, había comenzado también a levantar la cabeza y aspiraba a la independencia, siendo todavía más temible para la monarquía que los mismos españoles. Así al menos lo creía Abdala; y como le era preciso transigir con los españoles o con los nobles para no quedarse completamente aislado, prefirió ser tolerante con los primeros. Ya había dado pruebas de benevolencia a algunos de ellos; había entablado íntima amistad con Meruan el Gallego cuando éste formaba todavía parte de la guardia de Mohámed[272]. Ahora ofreció a Hafsun el gobierno de Regio con tal de que le reconociese por soberano. Al principio, el éxito pareció justificar esta nueva política. Ben-Hafsun le rindió homenaje y le dió una prueba de confianza enviando a la corte a su hijo Hafs y algunos de sus capitanes. Por su parte, el emir hizo cuanto pudo por consolidar la alianza, tratando a sus huéspedes del modo más amistoso y colmándolos de presentes. Pero al cabo de algunos meses, cuando Hafs y sus compañeros volvieron a Bobastro, Hafsun permitió que sus soldados saquearan los pueblos y las aldeas hasta las mismas puertas de Osuna, Ecija y aun de Córdoba, y después, cuando derrotó a las tropas enviadas por el gobierno, rompió abiertamente con el emir y despidió a sus empleados[273].

En suma, Abdala no había logrado atraerse a los españoles, y al intentarlo se había malquistado con los de su propia raza. Era, por lo tanto, natural que en las provincias donde la autoridad regia estaba ya muy debilitada los árabes no quisieran obedecer a un soberano que se aliaba con los enemigos.

Tratemos ante todo de los sucesos de la provincia de Elvira.

Si los recuerdos piadosos ejercen algún imperio sobre las almas, ninguna provincia debía ser más fiel a la religión cristiana que la de Elvira, cuna del cristianismo español; allí se había oído la predicación de los siete Apostólicos, que, según una antiquísima tradición, habían sido en Roma discípulos de los apóstoles, en una época en que el resto de la península era todavía idólatra[274]. Hacia el año 300 se celebró un famoso concilio en la capital de la provincia[275]. Por eso los españoles de Elvira permanecieron fieles mucho tiempo a la religión de sus antepasados. En la capital habían sido echados los cimientos de una gran mezquita al poco tiempo de la conquista de España, por iniciativa de Hanax Sanani, uno de los más piadosos compañeros de Musa; pero había en la ciudad tan pocos musulmanes que durante siglo y medio siguieron las obras en el mismo estado en que las había dejado Hanax[276]. Por el contrario, las iglesias eran ricas y numerosas. Hasta en Granada, aunque gran parte de esta ciudad pertenecía a los judíos,



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