Contacto en Moscú by Robin Moore

Contacto en Moscú by Robin Moore

autor:Robin Moore [Moore, Robin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 1994-11-01T00:00:00+00:00


VEINTIOCHO

Estaban sentados uno a cada lado del escritorio de Nechiaev, y el Nipón miraba distraídamente por la ventana con los párpados entornados y el rostro inmóvil. Era la primera vez que Nechiaev se encontraba cara a cara con el Nipón, y el legendario ladrón de ley no se ajustaba en absoluto a sus expectativas. Su aspecto, en realidad, era el de cualquier padre apenado, devastado por la muerte de su hijo, y Nechiaev olvidó, en ese momento, que el chico era un conocido maleante y el padre, posiblemente, el criminal más temido de Rusia.

—¿Te apetece un café? —preguntó Nechiaev.

—Gracias. Un poco, por favor.

—¿Un cigarrillo?

—Sí, gracias.

El Nipón dio unas cuantas caladas antes de meter la mano en el bolsillo superior de su chaqueta y sacar dos papeles doblados que le entregó a Nechiaev. Uno era el certificado de su puesta en libertad, firmado por el jefe de la Brigada de Investigación en Tulun, que Zorro Astuto le devolvió. Más adelante lo cambiaría por su pasaporte, retenido por el departamento de la Militsia con jurisdicción en el distrito en el que últimamente había residido. El segundo papel era una instancia dirigida a la Brigada de Investigación Criminal de la Militsia de la ciudad de Moscú, en Petrovka, 38. En la misma, el ciudadano Yakovlev solicitaba la investigación del homicidio del ciudadano Victor Vyacheslavavitch Yakovlev, su hijo. Aquélla era la primera vez en que Nechiaev oyó que a Victor se le llamara Yakovlev. Era conmovedor, pensó, que el Nipón intentara legitimar a su hijo después de muerto, cuando no lo había hecho en vida.

Zorro Astuto dejó la instancia sobre la mesa.

—Ciudadano Yakovlev, mi más sentido pésame. Victor era joven, y esto es una verdadera tragedia. Pero sabes que tú eres una de las pocas personas que pueden contribuir a evitar que se siga derramando sangre en las calles de Moscú.

—Comandante, no deseo que suceda eso —respondió el Nipón, que se pasó la mano por la cara.

—¿Conoces a ese tal Reso?

—Sí. Es uno de los hombres de Tofik.

—Se le ha visto esta mañana cerca de la casa de tu esposa. Creemos que los pistoleros de Givi Gigauri, la antigua banda de Tofik, intentaban matarte a ti y a tu hijo. A ti te hemos protegido en el aeropuerto, pero en el caso de Víctor llegaron ellos primero, evidentemente.

—He visto a vuestros hombres en el aeropuerto —asintió el Nipón—. Gracias. Agradezco vuestro interés.

—¿Tienes alguna información relacionada con los sucesos de esta mañana?

—Han atacado a mis hombres cerca del piso de mi esposa. A lo mejor, porque me han confundido con uno de ellos, Hakim.

—¿Ha sido Reso quien le ha matado?

—No estoy seguro de nada. Hace pocas horas que he regresado a Moscú, después de casi diez años de ausencia. Todavía no he estado en mi casa.

—Nuestra conversación es extraoficial.

—Ésa es la única razón por la que estoy hablando —respondió el Nipón.

—Comprenderás que, ahora que te he revelado los nombres de los principales sospechosos, se te acusaría si les ocurriera algo.

—Sí, lo comprendo. Ya te lo he dicho, estoy harto de muertes.



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