Confianza absoluta by Lucy Monroe

Confianza absoluta by Lucy Monroe

autor:Lucy Monroe
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2009-12-31T23:00:00+00:00


CAPÍTULO 11

—Pero era tu marido.

—Sí.

Por alguna razón escucharla afirmar eso hizo que se le endureciera el estómago, incómodo. Odiaba la idea de que otro hombre hubiera tenido algo que ver con esa mujer.

Ella exhaló un suspiro compungido.

—Además hizo todo lo que estuvo a su alcance para convertirme en alguien a quien él pudiera desear. No tuvo éxito.

¿Qué clase de eunuco idiota podría haber querido transformarla? Era sexy, hermosa y perfecta así, sin cambios.

—¿Por qué? ¿Era homosexual?

La risa de ella estaba muy lejos del humor, lastimaba oírla.

—No. Solamente sentía que no podía forzarse a hacer el amor con una mujer tan poco adecuada.

—¿Y te creíste esa idiotez? ¿Qué eres una mujer no adecuada?—Simón se daba cuenta de que su voz mostraba su enojo.

Estaba enojado. De hecho, furioso. De haber tenido a Lance cerca, lo habría golpeado hasta hacerlo sangrar en ese mismo momento. En tanto que esa idea le brindaba alguna satisfacción, sabía que no podía hacer nada para mitigar la tristeza que Amanda estaba sintiendo. No sabía qué podría hacer.

Ella se soltó de sus brazos y se volvió, mirándolo con expresión feroz.

—¡Sí, le creí! ¿Por qué no? ¡Tú tampoco me deseas! Lo demostraste claramente.

—¿Cuándo lo demostré con claridad? —Le había dicho que quería hacer el amor con ella. ¿Pensaba que tenía la costumbre de mentir?

—¡Oh, por favor! Como si no lo supieras.

Las palabras sarcásticas de ella fueron el colmo y él se avanzó furioso. Ella retrocedió, pero él la retuvo sin mucho esfuerzo. Tenían que trabajar en su técnica de defensa cuando un adversario la arrinconara.

Le sujetó la muñeca, con cuidado de no dejarle un moretón en la pálida piel, pero con la fuerza suficiente como para que no pudiera soltarse con facilidad, y la arrastró hacia adelante. En un acto bajo que lo sorprendió a él mismo incluso mientras lo estaba llevando a cabo, puso la mano de Amanda contra la prueba mucho más grande e irrefutable para demostrarle que se equivocaba.

—¿Sientes esto? No ando por ahí con un caño de plomo dentro de mis jeans así que, ¿qué te sugiere esto acerca de cuánto te deseo? —le soltó la muñeca dispuesto a recibir una cachetada en la cara por lo que acababa de hacer. O algo peor.

Ella no le pegó ni lo pateó ni le gritó nada. Tampoco apartó la mano. En cambio apretó con la palma abierta la erección y la acarició en toda su extensión. A Simón casi se le doblan las rodillas.

Levantó la cara empapada de lágrimas hasta mirarlo absorta.

—Es cierto.

Simón no podía responder, menos con la mano de ella apretándole el sexo. Así que asintió, pero todavía no podía comprender por qué ella estaba tan perpleja al comprobar la excitación que él sentía.

Movió los dedos tocándolo y él cerró los ojos debido al placer que sentía.

—Si no te detienes, voy a tomarte aquí mismo, frente a Dios, a Jacob y a las gaviotas.



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