Como una novela by Daniel Pennac

Como una novela by Daniel Pennac

autor:Daniel Pennac
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 84-339-1367-0
editor: Editorial Anagrama


Dar de leer

* * *

42

Imaginemos una clase de adolescentes, de unos treinta y cinco. ¡Oh!, no de esos alumnos cuidadosamente clasificados para salvar a toda prisa los elevados pórticos de las grandes escuelas, no, los otros, los que se han hecho expulsar de los institutos del centro de la ciudad porque su boletín escolar no prometía nota en la selectividad, por no decir ni selectividad.

Es el comienzo del curso. Han caído aquí.

En esta escuela.

Delante de este profesor.

«Caído» es la palabra. Abandonados en la orilla, cuando sus compañeros de ayer embarcaron a bordo de los institutos-paquebotes con rumbo a las grandes carreras. Pecios abandonados por la marea escolar. Así es como se describen a sí mismos en la tradicional ficha de comienzo de curso.

Apellido, nombre, fecha de nacimiento...

Informaciones diversas:

«Siempre he sido una nulidad en mates»... «Los idiomas no me interesan»... «No consigo concentrarme»... «No soy bueno para escribir»... «En los libros hay demasiado vocabulario» (¡sic! ¡Pues sí! ¡sic!)... «No entiendo nada de física»... «Siempre he sido una nulidad en ortografía»... «En historia no iría mal, pero no retengo las fechas»... «Creo que no trabajo bastante»... «No consigo entender»... «He fallado muchas cosas»... «Me gustaría mucho dibujar pero no estoy demasiado dotado para ello»... «Era demasiado duro para mí»... «No tengo memoria»... «Me falla la base»... «No tengo ideas»... «No tengo vocabulario»...

Acabados...

Así es como se presentan.

Acabados antes de haber comenzado.

Claro está que exageran un poco la nota. El género lo quiere así. La ficha individual, al igual que el diario íntimo, prefiere la autocrítica: uno se ensombrece instintivamente. Y después, acusándose desde todos los ángulos, uno se pone al amparo de muchas exigencias. Por lo menos, la escuela les habrá enseñado eso: la comodidad de la fatalidad. Nada tan tranquilizador como un cero perpetuo en mates o en ortografía: al excluir la eventualidad de un progreso, suprime los inconvenientes del esfuerzo. Y la confesión de que los libros contienen «demasiado vocabulario», ¿quién sabe?, tal vez os ponga al amparo de la lectura...

Sin embargo, el retrato que esos adolescentes hacen de sí mismos no es correcto: no tienen la cara del mal estudiante de frente estrecha y barbilla cúbica que un mal cineasta imaginaría al leer sus telegramas autobiográficos.

No, tienen la cabeza múltiple de su época: tupé y camperas para el rockero de turno, Burlington y Chevignon para el enamorado de la moda, chupa de cuero para el motorista sin moto, pelo largo o a cepillo según las tendencias familiares... Esa chica, allí, flota dentro de la camisa de su padre que golpea las rodilleras rotas de sus tejanos, la otra se ha inventado la silueta negra de una viuda siciliana ( «yo no tengo nada que ver con el mundo»), cuando su rubia vecina, por el contrario, se lo juega todo a la estética: cuerpo de anuncio y rostro de portada cuidadosamente glacial.

Acaban de salir de las paperas y el sarampión, y ya están en edad de fagocitar las modas.

jY altos, en su mayoría! ¡Como para tomar la sopa encima de la



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