Como la vida, misma by Gwyneth Jones

Como la vida, misma by Gwyneth Jones

autor:Gwyneth Jones [Jones, Gwyneth]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia Ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2003-12-31T23:00:00+00:00


3

El hotel de la playa de Pasir Pancang era un retiro de confort austero pero bien ideado. Había un helipuerto para los más estirados; los simples mortales tomaban un barco desde el sucio extremo de Kota Quay, recorrían la costa hasta llegar a una pequeña aldea de pescadores y desde allí continuaban en Jeep. Los edificios daban a una bahía de inmaculada arena blanca. Había coral virgen, olas decentes para practicar el surf en temporada y una almadía desde la cual se podía visitar a los tiburones nodrizas y otros curiosos habitantes de las profundidades. El bosque secundario de detrás albergaba auténticos gigantes, tan viejos como las colinas, que seguían en pie por accidente o pura sensiblería de los que habían crecido en tiempos más recientes, como si fueran santos ermitaños. Cada mañana los gibones bajaban y chillaban al alba en un macizo de bambú cerca de las puertas. En ocasiones había piratas.

El hotel en sí parecía por fuera una tradicional casa comunal, pero por dentro era lujoso y estaba ocupado al completo. Los Gaegler se encontraban allí junto a su hosco hijo adolescente, que estaba de vacaciones de su escuela en Singapur. Budi Sujatmiko, el célebre analista genómico de futuros, también estaba allí con toda una banda de jóvenes brillantes, acicalados y prematuramente envejecidos.

Anna y Spence residían en una de las cabañas de la playa. Llegaron en Nochebuena. Tras cenar en el comedor de la casa comunal con la alegre compañía, se miraron el uno al otro con cierta incomodidad, sentados con las piernas cruzadas en la baja cama cuadrada, cubierta por una oscura tela artesanal roja, que era prácticamente la única pieza del mobiliario. Abandonar la moratoria era como saltar de lo alto. Era un apuro.

Spence llevaba puesto el pijama de seda, lo adoraba.

—Me siento muy rara con todo esto —dijo Anna—. Ya sabes, antes de que empezáramos, habíamos sido durante largo tiempo casi como hermanos.

—Salvo porque follábamos. —Spence también hablaba como si apenas pudiera recordar aquellos días, un mes atrás.

—De manera funcional. Pero ya sabes a qué me refiero.

—Sé a qué te refieres. —El mar del monzón rugía suavemente, entreverado con débiles sonidos de cantos y gritos. La mosquitera los envolvió en un ventisquero de sombras.

—¿Qué vamos a hacer?

—¡Ya sé, juguemos a que yo soy una hiena hambrienta y tú un jugoso hueso!

—¿Cómo?

Ah, la dulce preocupación de su rostro. Anna insegura, Anna deseando que la lleven de la mano. Spence temblaba con una emoción tal que apenas podía controlarse.

—Lo siento, es una alusión literaria.

—Ah, ya caigo. Alicia.

Anna se imaginó a Wolfgang detrás del hombro, diciéndole «no pienses, Aniñe. Por una vez, limítate a sentir». Aunque sonaba como si pudiera romper el ambiente (¡no pienses en un elefante!), lo cierto es que funcionó. Atraparon su abstinencia mensual en el momento cumbre de significado y sabor y la desvalijaron: la saquearon, la demolieron, la hicieron añicos. Cuando acabaron tumbados juntos en medio de un charco de sudor y la habitación regresó de allí donde hubiera estado dando vueltas, Spence



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.