Ciudad de Fuego.doc by T H Lain

Ciudad de Fuego.doc by T H Lain

autor:T H Lain [Lain, T H]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Fantástica
publicado: 2011-05-02T05:00:00+00:00


65

—Todas las leyendas, las historias que hablan sobre la destrucción de la llave, dicen que no es fácil. Algunas dicen que la llave ha sido destruida varias veces, pero sigue regenerándose. Es como el fuego que apagas en un lugar sólo para que se reavive en otro.

—Debo cerrar el portal —dijo simplemente Krusk.

Algo golpeó la puerta de la posada. Esta vez no era una flecha sino algo más pesado.

Oyeron pasos a la carrera retirándose por la escalera y hacia el patio.

—¡Abrid las puertas! —aulló el líder gnoll—. ¡Aún no atacaremos! ¡Ved lo que tenemos para vosotros!

A una indicación de Regdar, Temprano y Alhandra se colocaron a ambos lados de la puerta. Regdar se quedó directamente delante de ella, sujetando el escudo de Alhandra ante él. A su señal, abrieron la puerta. Algo apoyado contra ella cayó dentro. Regdar miró hacia abajo y vio un cadáver chamuscado y sangriento.

—¡Llevadle dentro! ¡Miradle! ¡Eso haremos a todos los aldeanos que encontremos si no nos entregáis al semiorco! —aulló el líder de los gnolls—. ¡Enviadle fuera o contemplaréis vuestras propias muertes!

La manada aulló al unísono ante la amenaza.

Regdar inspeccionó la oscuridad y después usó su pesada bota para empujar el cadáver al exterior de la puerta. Durante un momento las mofas de los gnolls se detuvieron. El cadáver se giró y rodó por las escaleras del porche. Los gnolls aullaron de nuevo; esta vez de rabia porque su provocación no había funcionado.

—Vernon... —jadeó el posadero. Estaba mirando a Regdar desde detrás de la puerta—.

El herrero... oh, ¡dioses! Cómo pudiste...

El tono acusador de Eoghan se cortó cuando Regdar se giró hacia él, mirándole con rabia.

—Está muerto —dijo Regdar tajantemente—. No podemos ayudarle y su cadáver no va a sernos de ayuda. Tenemos que buscar algún modo de salir de ésta. Después podrás lamentar su pérdida —añadió el guerrero con más suavidad.

Eoghan asintió y se deshinchó un poco.

—¡Voy a salir ahí fuera! —gritó Temprano—. ¡Podemos luchar contra ellos!

—No podrías acercarte —dijo Alhandra—. Todos tienen arcos y apenas podemos verlos.

—Yo puedo verlos —dijo Ian, pero no parecía contento ante la idea.

—Yo también puedo —añadió Krusk. Temprano miró sorprendido al semiorco—. No voy a correr más, voy a luchar.

Temprano asintió lentamente.

—¡Muy bien entonces! Vamos.

—No —dijo Regdar. Aún estaba cerca de la puerta cerrada y les impedía el paso—. Este no es el modo.

Alhandra se adelantó para apoyar al guerrero y Naull dio la vuelta para ponerse a su lado.

—¿Entonces cuál es el modo? —preguntó Temprano con enfado—. ¿Tienes otro plan?

Regdar no contestó inmediatamente.

—¿Tantas ganas tienes de morir, Temprano? —le preguntó Naull con sarcasmo.

Temprano avanzó hacia ella refunfuñando, pero Alhandra se puso en medio.



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