Cinco tumbas sin lápida by Tony Jiménez

Cinco tumbas sin lápida by Tony Jiménez

autor:Tony Jiménez [Jiménez, Tony]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 2013-03-31T16:00:00+00:00


4

George no quería dejar de escribir, pero sentía que su cuerpo, contraído por la postura en la que se hallaba, pedía cualquier otra actividad. Así que se levantó y tomó un café bien cargado de pie, en la cocina. El asunto de la cerveza durante su almuerzo con Ralph le llevó a abrir la nevera y observar con atención el resto de botellines.

Los tenía para los invitados, pero faltaban unos cuantos de más que ni Robert ni Ralph habían tocado. No pudo evitar volver a preguntarse qué estaba ocurriendo y por qué volvía a tomar alcohol sin darse cuenta. No sólo sin percatarse de ello, sino como si, en realidad, fuese lo más normal del mundo.

La tentación de tirar las cervezas fue tan grande, que terminó el café restante de un solo trago y salió al exterior. Hacía una buena tarde que invitaba a pasear. No le apetecía demasiado ir a ver a Robert, no por él, sino por la posibilidad de toparse de nuevo con su hermano Carl.

¿Y si se acercaba al pueblo? Allí estaba el sheriff Tolliver. Peor que Carl, y no era decir poco.

Pero también estaba Mary Simmons, y era probable que Patricia Sheridan. ¿No le dijo que tenía turno completo? Pero no era menos cierto que se lo solían cambiar; esos chicos que le habían sentenciado a muerte con la mirada.

Antes de darse cuenta, había cerrado la puerta de la cabaña y encaminaba sus pasos hacia el coche, que le llevó en apenas unos minutos a la antigua casa de sus padres. Le alegró comprobar que la comunidad ya daba su regreso como normal, pues nadie se interesó por su presencia mientras se internaba por las calles que le habían visto crecer.

Aparcó frente a la anteriormente conocida como vivienda de los Campbell. Le hizo gracia leer el apellido Raimi en el buzón de la entrada. ¿Le llegaría el correo de Carl a Robert? Seguramente no; en la oficina del pueblo sabían diferenciarlos bien. Si los encargados hubiesen sido de fuera, no dudaba de que los errores no se habrían hecho esperar.

Observar la fachada del edificio le llenó de nostalgia, pero no de una nostalgia desagradable, o pesada, como una comida mal digerida. Solamente cabían los buenos recuerdos; incluso pensar en la muerte de sus padres no le entristeció, sino que reafirmó todo lo que les había querido. Ayudaba el que las circunstancias de la muerte de ambos no fuesen tan duras.

Saludó a Randy Gillmore y Laura Stoner, que vivían a unos metros de donde se encontraba. Notó que se alegraban sinceramente de su regreso; no dudó en prometerles que quedaría con ellos para comer en cuanto pudiese. Laura era camarera en la cafetería de Grace y le informó del cáncer de pulmón que sufría la dueña desde hacía dos meses.

Para George fue como un nuevo puñetazo en el estómago, aunque al recordar los tres paquetes de tabaco que se fumaba diariamente la buena de Grace, no le extrañó, pero tampoco hacía que lo sintiera menos. También



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