Chiquita by Antonio Orlando Rodriguez

Chiquita by Antonio Orlando Rodriguez

autor:Antonio Orlando Rodriguez [Rodriguez, Antonio Orlando]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: prose_history
ISBN: 9788420491813
editor: Ediciones Alfaguara
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


Capítulos XVI al XIX

Bueno, aquí se armó la cagazón. Ni sueñes que yo, por muy buena memoria que tenga, pueda acordarme de todo lo que decían estos cuatro capítulos. Tendrás que conformarte con un resumen de lo más importante.

Empezaré diciéndote que aquella noche en que Chiquita recuperó su talismán, Bostock le hizo una oferta de trabajo muy tentadora, pero ella no mordió el anzuelo. A la mañana siguiente se apareció en la oficina de Proctor y firmó un contrato para actuar durante tres meses en los teatros que él tenía en Massachusetts, Connecticut, Ohio y Pensilvania.

¿Por qué no aceptó la oferta del hombre que le devolvió el talismán, si con él hubiera ganado más dinero? ¿Por no hacerle un feo al dueño del Palacio del Placer? No creo. Cuando se trataba de plata, ella no tenía consideraciones de ese tipo. ¿Acaso le molestó que Bostock no quisiera explicarle cómo había recuperado su amuleto? ¡Quién sabe! Buscarle lógica al comportamiento femenino siempre es complicado y mucho más si se trata de una mujer tan peculiar como Chiquita.

Me inclino a pensar que decidió quedarse con Proctor porque quería seguir actuando en lugares elegantes y que la anunciaran como a una gran artista. Si firmaba con Bostock, las cosas iban a ser muy distintas. Su negocio no eran los teatros, sino las ferias, los circos y los zoológicos, donde exhibía desde animales salvajes hasta enanos, siameses, gigantes, albinos, gordos y todo tipo de freaks.

Ahora se usan nombres más respetuosos para ese tipo de personas. Por ejemplo, a Lady Violetta, una joven muy bonita y simpática, pero cuyo cuerpo se componía únicamente del torso y la cabeza, hoy le dirían minusválida, discapacitada o algo por el estilo. Y lo mismo a Charles Tripp, un canadiense que, aunque nació sin brazos, era capaz de escribir, tocar el piano y carpintear utilizando los dedos de los pies. Pero ¿cómo se les podría decir, para no faltarles al respeto llamándolos «errores de la naturaleza», al Esqueleto Viviente, al Hombre de Goma o a la baronesa Sidonia de Barcsy, la afamada mujer barbuda? No tengo la menor idea, porque a ellos no les faltaba nada. Sólo eran diferentes.

Te habrás dado cuenta de que en ese mundo a la gente le encantaba adjudicarse títulos nobiliarios. Pero por las venas de la barbuda que acabo de mencionarte sí corría auténtica sangre azul, pues era descendiente de una familia de aristócratas húngaros. Su historia es muy interesante, porque cuando ella se casó con el barón de Barcsy, un militar de carrera, aún no tenía barba, era una muchacha muy linda, con unos cachetes como manzanitas. Pero en cuanto dio a luz a Nicu, su único hijo, su vida cambió. En cuanto lo vio, supo que iba a ser liliputiense, porque era del tamaño de un ratón. Y doce días después de haber dado a luz, a la pobre Sidonia empezó a llenársele de pelos la cara.

Ella se afeitaba todos los días con la navaja de su marido, pero, nada, a la mañana siguiente ya tenía los cañones afuera otra vez.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.