Celestino antes del alba by Reinaldo Arenas

Celestino antes del alba by Reinaldo Arenas

autor:Reinaldo Arenas [Arenas, Reinaldo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1966-12-31T16:00:00+00:00


Todo le viene a la memoria ahora. Sin poder

evitarlo, suspira y llora.

Canción de Rolando.

—¡Almojicas bravas! —dice, y da un cabezazo junto a mis pies. Pero enseguida se para, me mira por unos momentos, dejando de sonreír, y se desmanda a correr por todo el barracón del río. Yo me quedo lelo, mirando cómo desaparece entre el pedregal. Pero al momento me desatraco a correr detrás de él. Y al fin lo alcanzo. El viejo me mira, luego se sienta muy despacio sobre el pedregal donde algunas veces llegan las corrientes del río, y empieza a llorar.

Lloramos casi hasta el anochecer. Lloramos, porque yo no puedo ver a nadie llorando sin que enseguida se me salten las lágrimas. «Eso es una mala maña», me dice siempre mi madre cuando ve que lloro porque los demás lloran. Pero a mí me gusta hacerlo. Y aunque no me gustara tendría de todos modos que hacerlo.

—Soy el mes de enero —me dice el viejito, y de pronto, yo me doy cuenta que estoy conversando con un muerto—. No grites, por favor —me suplicó el muerto—. Si gritas yo también empezaré a gritar, pues en cuanto veo a alguien llorando empiezo también a lagrimear.

En ese momento Celestino venía del monte, con los brazos extendidos y el punzón, como siempre, clavado en mitad del pecho. Como una aguja en su agujero.

—Soy el mes de enero —me volvió a repetir el muerto.

Celestino se me acercó, con los brazos extendidos: «Soy el mes de enero».

Celestino se me acercó con los brazos extendidos.

—Soy el mes de enero.

Celestino se me acercó con los brazos extendidos.

—Soy el mes de enero…

Saltando de piedra en piedra, corriendo a través de los derriscaderos y los troncos, Celestino y yo cruzamos el potrero. El muerto aún nos persigue, y, de vez en cuando, da un maullido.

—Es el mes de enero —le digo yo a Celestino, queriéndole decir: «Por qué no lo esperamos, si ha sido muy bueno con nosotros», pero Celestino no me oye, y sigue mirando a las lunas.

—Anoche —dice— te llamé muchas veces para ir a buscar una de las lunas. Pero tú no quisiste despertar.

—Debes de haber soñado, pues yo anoche no pegué los ojos.

—No. Sé que no soñaba, pues las arañas caminaban como siempre: por el techo de la casa…

—Yo soy el mes de enero…

—Entonces, cómo es posible que no me haya despertado si no estaba dormido.

—Es posible que estuvieses soñando que no dormías.

—No, porque también veía muy claro a las arañas, cruzando por detrás de la noche: más arriba del techo.

—¡Soy el mes de enero!…

El muerto se ve cada vez más pequeñito, de lo lejos que se va quedando. Celestino se ha puesto muy triste, porque hubo un momento en que yo miré para atrás y le hice una seña al muerto. Es el mes de enero, le dije yo a Celestino, para contentarlo. Pero él no me hizo caso, y siguió triste. Casi de madrugada llegamos a la casa, pues nos alejamos muchísimo sin darnos cuenta, y el camino



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.