Cazadora de hadas by Jennifer L. Armentrout

Cazadora de hadas by Jennifer L. Armentrout

autor:Jennifer L. Armentrout [Armentrout, Jennifer L.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2014-11-04T05:00:00+00:00


13

Por un momento, la expresión en los rasgos de Ren dijo que en realidad le importaba un bledo el antiguo, y mientras mi corazón se aceleraba pensé en serio que iba a cubrir esa repentina distancia que nos separaba y que íbamos a acabar como una de esas parejas de los sofás.

Pero recuperó el control, y yo hice el esfuerzo de pasar por alto la repentina decepción que inundó mi pecho. ¿Qué estaba pasando? No necesitaba algo así con Ren —fuera lo que fuese—, y menos ahora.

Respirando hondo, finalmente apartó la mirada y estudió la pista de baile. Un poco aturdida, vi al antiguo llamado Marlon subir las escaleras a grandes zancadas. En el segundo piso, de inmediato fueron a su encuentro hombres y mujeres, rodeándole cerca de los sofás. Dos faes se unieron a ellos, con la piel luminosa bajo unas luces más brillantes. Mientras Marlon se sentaba en el sofá, uno de los faes, un rubio alto y elegante, se instaló a su lado y le habló con aire serio.

Me dejé dominar por el instinto.

—Necesito subir ahí.

—¿Qué?

Su tono era de incredulidad.

—Está ahí arriba y él es el motivo por el que nos encontramos aquí, ¿cierto? Hemos venido a enterarnos de algo. Y él acaba de llegar. No sabe quién soy.

Las luces de la pista de baile cambiaron de color, pasando de un blanco suave a un azul vibrante.

—Voy a subir.

—Ivy… —Me agarró del brazo, inclinándome de nuevo sobre la longitud dura de su cuerpo—. ¿Estás loca?

Le fulminé con la mirada.

—No, no estoy loca, idiota. Puedo subir ahí.

Entrecerró los ojos.

—No dudo en absoluto que puedas hacerlo. En realidad no es tan difícil. Joder, solo tienes que subir los escalones. Pero si se da cuenta de que formas parte de la Orden, no seré capaz de llegar a tiempo a tu lado.

—No te necesito para salvarme, Ren.

Solté mi brazo de un tirón.

Una vena palpitó a lo largo de su sien mientras bajaba la cabeza hacia mí.

—Es demasiado peligroso.

Le aguanté la mirada.

—La gente empieza a prestarnos atención.

Y no era mentira. Nos estaba mirando una pareja que bailaba cerca.

—Si seguimos así, los faes van a adivinarlo todo ellos solitos. O sea que suéltame. Iré ahí arriba y tú irás al bar.

Pasaron varios segundos y luego él hizo un gesto cortante de asentimiento.

—Sube.

—No necesitaba tu permiso —escupí como respuesta.

Ren sonrió.

—Encanto, sé lo que necesitas, y lo conseguirás.

Un sofoco me dominó todo el cuerpo con aquella mezcla de enojo y deseo abrasador. Alzando el brazo, le enseñé el dedo.

Se rio.

Tras dar media vuelta, crucé airada la pista, esquivando con facilidad los cuerpos que giraban. No podía creer lo que había hecho Ren: lo que yo le había dejado hacer. No había excusa alguna. Ahora no conseguía entenderlo; no podía permitirme una distracción así. Sacudiéndome de encima la excitación y la confusión persistentes, me concentré en mi trabajo.

Al pie de la escalera de caracol se hallaba un fae parado, pero no me detuvo cuando empecé a subir los peldaños. Medio esperaba que saliera a exigirme



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