Cautela contra cautela by Antonio Mira de Amescua

Cautela contra cautela by Antonio Mira de Amescua

autor:Antonio Mira de Amescua
La lengua: eng
Format: epub
Tags: linkgua-digital.com
editor: Red ediciones
publicado: 2016-01-11T06:10:53+00:00


Jornada tercera

(Salen César y Enrique.)

César Amigo, ¿no me dirás

cómo el Rey, si está enojado,

en tu misma casa ha entrado?

Enrique César, después lo sabrás.

César El que ser amigo quiere,

para acertar bien a sello,

no ha de saber más de aquello

que su amigo le dijere.

Ya no lo quiero saber

y bástame averiguar

que en gracia vienes a estar

del Rey. Pero, ¿qué mujer

hallaste firme?

Enrique En Elena

he descubierto más fe

y aunque a Porcia me incliné,

libre estoy de aquella pena

porque soy agradecido.

César De esa manera bien puedo

decir, Enrique, sin miedo

que amante de Porcia he sido.

Enrique ¿Eso has callado hasta aquí?

Especie fue de traición;

que una amorosa pasión

me hayas ocultado así.

Sírvele, César, agora;

que ella y Elena son damas

de la Reina. Un ángel amas.

Cuerdo es aquél que la adora.

Y, ojalá yo la quisiera

con el extremo mayor

que vio en sus penas Amor

porque en dejártela hiciera

algo por ti; que dejando

amante mujer tan bella,

te diera el alma con ella

y así te estuviera amando

de dos maneras quien te ama

y te da con voluntad

dos almas en la amistad

y dos vidas en la dama.

César Acepto esa cortesía.

De Porcia me he de llamar.

Enrique No puedo en palacio entrar

en público, y dar querría

a Elena aqueste papel;

mas César se lo dará

que es otro yo. Abierto va;

que a portador tan fiel

se debe esta confianza.

César ¿Cuál es?

Enrique Éste. Toma, amigo.

César En mi pecho irá conmigo,

por ser tú su semejanza,

tan recatado el papel

que mis mismos ojos sean

los primeros que no vean

lo que llevo escrito en él.

Enrique De tu mente es un conceto

pues lo ha sido de la mía.

El Rey a llamarme envía

y he de entrar con gran secreto.

(Vase Enrique.)

César Ojos, finezas os deban

los que Enrique siempre ha hecho.

Ni a mis ojos, ni a mi pecho

preguntéis qué es lo que llevan.

Vos, Porcia, que a este palacio

dais columnas de arrebol

como en la casa del Sol

las columnas de topacio,

óyente penas y quejas.

Comenzaré por serviros

a penetrar con suspiros

los caminos y las rejas.

(Salen los Príncipes de Salerno y Taranto.)

Salerno Príncipe, de aquí adelante

con más cuidado y frecuencia

se debe hacer asistencia

aquí en palacio.

Taranto El diamante

se rinde al diestro buril,

piélagos abrevia el arte,

un risco se ablanda y parte

a las lluvias del abril,

pero escucha; que el Rey sale.

(Sale el Rey.)

Rey ¡Oh, mis parientes y amigos!

Taranto Vasallos dirás, testigos

del premio inmenso que vale

tu favor.

Rey (Aparte.) (Disimulemos,

sentimiento natural.

Vidrieras de cristal

son los ojos en que vemos

la más oculta pasión.

Reprimamos los enojos

y disimulen los ojos

lo que siente el corazón.)

¿Cómo estáis? Porque os deseo

salud y prosperidad.

Taranto ¿Es que ve tu majestad

mis acciones?

Rey Sí, las veo.

Salerno ¿Y es que mi amor ha sabido

tu majestad?

Rey Sí, lo sé.

Taranto Nadie nos iguala en fe

ni amor.

Rey Así lo he entendido.

(Sale Ludovico.)

Ludovico Dame a besar esa mano

que un siglo ha que no te veo

y tanto verte deseo

como mi Rey soberano.

Rey (Aparte.) (¡Oh, ambiciosa diligencia,

nube opuesta a la justicia!

¡Que te enseñe la malicia

tan lisonjera elocuencia!)

Salerno Siempre los tres procuramos

el valor de tus renombres.

Rey (Aparte.) (¡Que haya en el mundo estos hombres!)

Ludovico Lo que los tres deseamos

te suceda.

Rey (Aparte.) (No permita

mi fortuna tal suceso.)

Y vosotros antes de eso

tengáis lo que os solicita

mi cuidado.

Ludovico



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