Cartas a las mujeres de España by unknow

Cartas a las mujeres de España by unknow

autor:unknow
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1916-01-01T00:00:00+00:00


XIII

¿QUÉ DEBEN ESTUDIAR LAS MUJERES[25]?

II

SEÑORAS mías: Ciencia, Derecho, Historia, decíamos en la carta anterior: esos tres estudios deben ser como el cimiento de vuestra sabiduría: Ciencia, Derecho, Historia; es decir, el mundo creado (incluyendo en él, naturalmente, al hombre), la ley y la vida del hombre, en este mundo y con esta ley. No os he hablado de religión porque, naturalmente, el espíritu religioso es como el esqueleto y sostén de todo verdadero conocimiento. Es preciso acercarse al árbol de la sabiduría con espíritu de confiada reverencia, considerándola como manifestación y palabra divina. Hay que estudiar y aprender, si con apasionada curiosidad, también con agradecido respeto; es preciso colocarse a la hora del estudio en presencia de la verdad, que no es sino otro nombre de Dios, con la confiada ilusión y la fe gozosa con que está el niño en presencia de su padre, que le habla. Así entendido y procurado, el saber, si se logra, no producirá vanagloria y pedantería, sino humildad y sencillez de espíritu. El que se acerca a la fuente con sed, y en la fuente la calma, no se ensoberbece por haber bebido. El agua existía; él la ha aprovechado; la soberbia pudiera ser del agua, no del que con ella calmó su sed. Así la verdad: para ella todos los orgullos; para nosotros, que estamos sedientos de ella, todas las humildades, más un maravillado agradecimiento y una exaltada acción de gracias por cada nuevo vislumbre que alcancemos.

Además, como antídoto al veneno de vanagloria que pudiera producirse en nosotros ante la novedad de saber algo, pensemos que ciencia adquirida es responsabilidad doblada. Una vez que sabemos, no podemos permitirnos las flaquezas que en los que no saben puede disculpar, ya que no justificar, la ignorancia. A medida que vayamos adelantando en el conocimiento de la ley, se irá ensanchando para nosotros la estricta obligación de guardarla. La conciencia aumenta con el conocimiento (que es conciencia también). No hay disculpa para el que sabe. No hay perdón para el que, a sabiendas, falta a la ley. Muchas frivolidades, hasta cierto punto gratas, muchos prejuicios agradables, muchas rutinas cómodas, muchos egoísmos halagadores, desaparecerán de vuestra vida, si aprendéis un poco; porque la luz del espíritu iluminará unos cuantos rincones de vuestra alma con claridad insobornable, y en cuanto una vez se ha desvelado el alma, ya no cabe en ella sueño sin malicia. Si lo que aprendéis estudiando no ha de serviros para vivir mejor, más vale, desde luego, que cerréis el libro y apaguéis la lámpara.

Y basta por hoy de filosofías. Terminemos nuestro «plan de estudios». Después de lo fundamental, ocupémonos de lo accidental, que es también importante.

Una mujercita prudente necesita, imprescindiblemente, «saber de cuentas». Ella ha de ser, más tarde o más temprano, el «ministro de Hacienda» de un hogar. Las leyes económicas no deben tener secretos para ella; es preciso que sea maestra en el arte difícil del presupuesto; es preciso que no pueda perderse en la insidiosa maraña del «debe» y el «haber».



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