Cómo maté a mi padre by Sara Jaramillo Klinkert

Cómo maté a mi padre by Sara Jaramillo Klinkert

autor:Sara Jaramillo Klinkert [Jaramillo Klinkert, Sara]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 2019-01-14T16:00:00+00:00


Cada vez paso más tiempo encerrada en el baño de mi cuarto. Mi madre, a menudo, piensa que estoy llorando, pero se equivoca. No siempre lloro, a veces, también, me encierro para ensayar mi sonrisa. Estiro y encojo los labios, mi boca es una ventosa. Pienso que mis dientes son más grandes de la cuenta, pero intuyo que algún día eso será más una cualidad que un defecto. Están torcidos, aún no empiezo la ortodoncia. Y el de delante, justo el de delante, se me despicó de tanto morderme las uñas. Eso, por supuesto, no se lo he contado a nadie. La verdad es que no me importa demasiado. Igual de lejos ni se nota, aunque me temo que pronto alguien querrá acercarse lo suficiente y entonces comenzará a notarlo y a mí a importarme.

Por ahora, cuando me preguntan, digo que fue por morder un Bon bon bum. Quién los manda a hacer dulces tan duros como piedras. La odontóloga me pidió el otro día que le mostrara las manos y no se creyó mucho mi versión. Igual dijo que podría hacerme una resina, que dejara de masticar los dulces, es más, que dejara de comerlos que ya tenía un diente despicado, dos caries y que, además, estaba a punto de entrar a una edad en la que las calorías no perdonan.

Lo de las calorías me dejó pensando. Las sesiones frente al espejo se han extendido hasta los recreos del colegio. Pero allá no ensayamos risas. Mis compañeras dicen que hay otras cosas más importantes que reírse. Cosas como, por ejemplo, medirse con un metro el tamaño de la cintura y de las tetas; examinarse la forma y el color de los pezones; admirar la belleza de las costillas y las clavículas asomadas. Todo un caldo de cultivo para la anorexia. En los recreos comemos solo manzana y galletas integrales. Tomamos agua como si se fuera a acabar. Criticamos a las que comen pasteles y chocolates. Son unas grasosas. Y a las grasosas no las quiere sino la mamá. Nosotras, en cambio, estamos listas para que nos quieran otras personas. Queremos ser populares. Queremos ser deseadas. Nos costaría tiempo entender que el que se enamora de una cintura estrecha saldrá corriendo apenas vea otra mejor. Y cinturas mejores hay por todas partes. Ese es el problema de poner el amor en un punto tan concreto.

Vuelvo a concentrarme en mi entrenamiento porque, a falta de tetas y cintura, necesito tener algo que agrade a los demás, algo que se superponga a las facciones tristes de mi cara. No vaya a ser que me tilden de huérfana o de depresiva. Tengo que concentrarme, además, en sacar buenas notas. Si empezara a perder materias, no faltaría el que diga que no he podido superar la muerte de mi padre, que soy floja para afrontar los embates de la vida. Se me ocurre que la sonrisa sigue siendo una buena estrategia, por lo menos puedo controlarla, usarla cuando quiera y donde quiera. Con un poco más de esmero llegará a ser perfecta.



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