Buscando esposa by Christine Rimmer

Buscando esposa by Christine Rimmer

autor:Christine Rimmer
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 1993-09-30T22:00:00+00:00


Capítulo 7

-¡Jordán, por favor! No te vayas…

Jordán podía percibir el desconcierto y la confusión en la voz de Eve, emociones que él mismo estaba experimentando. Se quedó paralizado, aunque sabía que tenía que hacer exactamente lo que ella le suplicaba que no hiciera: debía marcharse, no mirarla… rechazar sus ojos verdes llenos de dolor, el arrebol sensual de sus mejillas, el desorden glorioso de su pelo, sus pechos grandes y pálidos, expuestos a su vista porque él se los había desnudado, sin saber ni importarle adonde les iba a conducir aquello…

Ella seguía mirándolo, con el deseo y la súplica en la mirada.

—Jordán, yo…

Jordán sentía debajo de los pantalones la tensa dureza de su deseo hacia ella. Era diez veces idiota, por provocarse… y provocarla a ella… de aquella forma.

Pensó en la noche anterior, en ellos dos compartiendo el lecho sin compartir sus cuerpos. Y supo con absoluta certeza que aquella noche tendría que dormir en la alfombra o hacerle el amor. Y en aquel preciso instante, mirándola, no le cabía ninguna duda de qué iba a suceder.

Había sido un estúpido al pensar que podría olvidarla. Ahora se daba cuenta. Y también se daba cuenta de que, si la había traído allí para hacer el papel de flamante esposa, no era solamente por el bien de su abuela.

Inhaló con fuerza y dejó escapar el aire. Ella seguía mirándolo como hipnotizada… levemente herida, estupefacta por su repentino rechazo.

Se obligó a hablar dulcemente, aunque lo que deseaba hacer era mucho más primitivo:

—He ido más lejos de lo que debía. Tenemos que arreglarnos y bajar. Dora no tardará en echarnos de menos en la mesa.

Eve asintió, como si estuviera en trance.

—Ah, sí. Claro. No creía…

Cautelosamente, para no asustarla más de lo que ya la había asustado, Jordán extendió una mano. Confiada como una niña, ella se la cogió. Jordán tiró de ella. Luego, con sumo cuidado, la ayudó a ponerse bien el sujetador y el suéter y a alisarse la ropa.

—Gracias —dijo ella con voz débil, y se levantó.

Él no deseaba otra cosa que tomarla de nuevo entre sus brazos, dejarse caer de nuevo en la cama revuelta y poner fin a lo que habían comenzado.

—Mira —su voz sonaba más áspera de lo que pretendía—. Enseguida vuelvo.

Ella asintió.

—Muy bien. Naturalmente.

Jordán podía sentirla mirándolo fijamente mientras cerraba la puerta del cuarto de baño.

Se dirigió directamente al lavabo y se salpicó agua en la cara, evitando mirarse a los ojos en el espejo. Se peinó y se puso bien la ropa.

Seguidamente, regresó al dormitorio, donde Eve estaba sentada ante la cómoda otra vez, peinándose el pelo revuelto. La contempló, deseando quitarle el cepillo y peinarla él mismo con las manos, hundir los dedos entre sus sedosos mechones, acariciárselos…

Se obligó a apartar la vista.

—Mira. Voy a ir bajando, ¿vale?

Ella terminó de cepillarse el pelo.

—Espera, que bajo yo también —sacó el brillo de labios y se aplicó otra vez rápidamente lo que sus besos habían borrado.

Le sonrió desde el espejo.

—Lista —se puso en pie, cerró el neceser y lo llevó al cuarto de baño.



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