Buenos Aires es leyenda 2 by Guillermo Barrantes & Víctor Coviello

Buenos Aires es leyenda 2 by Guillermo Barrantes & Víctor Coviello

autor:Guillermo Barrantes & Víctor Coviello [Barrantes, Guillermo & Coviello, Víctor]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2006-01-01T05:00:00+00:00


San Nicolás

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Miedo de película

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La peatonal Lavalle tuvo su esplendor allá por la década del 40, coincidiendo con la época de oro del cine argentino. Grandes salas cinematográficas se abrían permanentemente y competían en espectacularidad. La denominada «calle de los cines» comenzó su declive entrados los años setenta y con la salida de los videoclubes en la siguiente década, quedó herida de muerte. Para sobrevivir, algunas salas dividieron su espacio físico en varias. Las que no, terminaron en templos evangelistas, otras en casas de oferta de ropa de dudosa procedencia.

Otras desaparecieron definitivamente…

Esta leyenda nos llegó a través de un amigo. A su vez nuestro amigo aseguraba que un amigo del hermano de su novia había «experimentado» el mito en vivo. Al principio, la historia parecía una deformación del film La llamada (The ring) basada en la japonesa Ringu, en la que la visión de una cinta de video produce la muerte del que la ve en siete días, a menos que el espectador haga un par de copias. Pero descubrimos que la leyenda que nos habían contado era bastante anterior, de mediados de los ochenta. Se trataba de un cortometraje llamado El ómnibus a Berenice, que se había exhibido en varias salas de Buenos Aires. Por supuesto, los cines de Lavalle no podían estar afuera.

Para saber más de este misterioso corto recurrimos a un personaje, un verdadero memorioso del séptimo arte. Braulio, así se llamaba, nos esperaba en la cuadra de Lavalle al 700. Su aspecto inmediatamente nos hizo recordar a Jerry Lewis en The Nuty Professor, no sólo por su fisonomía sino también porque llevaba puestos unos enormes anteojos negros.

Cuando empezamos a hablar, sus movimientos enérgicos lo acercaban al Jim Carrey de Ace Ventura.

—Hace bastante que no vengo por Lavalle. Es que con el video y el DVD puedo ver más cantidad de material.

—¿Tenés idea de la cantidad de películas que viste?

—Antes llevaba la cuenta, pero ya no. Igual, tengo entendido que en otros países hay gente que me gana y por mucho. Los llaman MP (movie people). No me considero tan enfermo de las pelis. Lo que sí, me gané unas cuantas cositas gracias a ellas.

—¿Por ejemplo?

—Concursos, ese estilo. Pero bueno, yendo al punto, no los cité justo acá porque sí. Frente a ustedes, aunque camuflado, tienen al viejo y querido cine Ambassador, ahora mancillado por un outlet.

Efectivamente, tras ese vestido descolorido aún pueden apreciarse casi intactas —el cartel con el nombre también— las instalaciones originales.

—Si habré andado por acá. Todavía me dolían los granitos. Era como venir a trabajar, sobre todo cuando daban tres películas. Era muy amigo de Rolando, uno de los acomodadores. Después de que se fundieron, no lo vi más. Se debe haber muerto, seguro.

—Nos adelantaste por teléfono que viste El ómnibus a Berenice.

—Ya voy, ya voy. Quiero que se imaginen la situación. Me acuerdo de que ese día era miércoles, por lo tanto las entradas estaban a mitad de precio. Por eso llegué con buen tiempo, por si había cola. Apenas abrí la puerta, sentí que algo diferente pasaba.



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