Brumas de silencio by Willingham Michelle

Brumas de silencio by Willingham Michelle

autor:Willingham Michelle
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Romántico, Novela
publicado: 2012-11-04T23:00:00+00:00


Nueve

MARGUERITE percibió el hambre de su mirada, el deseo que Callum sentía por ella. En su cabeza, miles de voces le advertían que no hiciera aquello; estaba prometida con otro hombre y no tenía derecho a traicionar a su futuro marido.

Sin embargo, la idea de entregarle su virginidad a un extraño le parecía mal. Callum era el dueño de su corazón, y ella quería estar con él. Si su nuevo marido se enteraba de que no era virgen, tal vez la repudiara. Incluso podía renunciar al matrimonio, si ella se lo revelaba de antemano.

Era una manera de liberarse del compromiso.

Entregarse a Callum era un acto peligroso, algo que podía destruirlos a los dos. Sin embargo, si ella fracasaba en sus intentos de impedir su boda con el conde, por lo menos le habría entregado a Callum aquella parte de sí misma.

Él nunca le haría daño, y aquello era algo que podían compartir.

—Deberías quitarte el resto de la ropa —murmuró ella—. Ponerla a secar ante el fuego.

Marguerite notó que él pasaba la mirada por su piel desnuda y se bebía aquella visión. Aunque ella se sentía azorada al haberse revelado por completo a él, no hizo ademán de cubrirse. Observó a Callum mientras él se quitaba la ropa. Cuando quedó desnudo ante ella, Marguerite se asombró del poder de su cuerpo, de la fuerza de sus músculos y de su piel. Era un arquero, y tenía los brazos delgados y poderosos. Ella anhelaba acariciarlo, descubrir cómo podía darle el mismo placer que él el había hecho sentir.

Callum no se acercó, y Marguerite se dio cuenta de que estaba esperando a que ella le diera permiso. Entonces, ella le tomó las palmas de las manos y se las colocó sobre los senos. Él se llenó las manos de ella, y el calor de sus caricias le provocó un estremecimiento a Marguerite. Él movió los dedos pulgares por encima de sus pezones, que se endurecieron con el roce.

Marguerite estaba tan cautivada por él que apenas sentía el viento frío. Callum tenía el pelo suelto por los hombros y la espalda. No había nada domesticado en él; era como una criatura salvaje que quería poseerla.

Marguerite posó las manos en los músculos de su pecho y exploró su carne firme, observando la transformación de su rostro. Él hizo lo mismo por ella, acariciándole con los dedos los pezones erectos y los pechos. Entonces, la tendió sobre la capa, y se tendió a su lado, de costado.

Le tomó las manos y se las subió por encima de la cabeza, y se las sujetó mientras tomaba uno de sus pezones con los labios. Ella notó una descarga de deseo y humedad entre las piernas, y sintió su excitación contra el muslo. Se preguntó cómo sería tenerlo dentro.

Él liberó sus pezones húmedos, tomó el colgante de cristal y se lo pasó por encima de las puntas erectas de los pechos. La sensación fue nueva para ella, y él la usó, junto a su lengua, para atormentarla más.

Succionó con fuerza y consiguió una profunda respuesta en ella.



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