Breve historia del mundo by Ernst H. Gombrich

Breve historia del mundo by Ernst H. Gombrich

autor:Ernst H. Gombrich
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 1950-01-01T05:00:00+00:00


CIUDADES Y BURGUESES

En los cien años que transcurrieron entre Federico I Barbarroja, muerto en 1190, y Rodolfo I de Habsburgo, muerto en 1291, se produjeron en Europa muchísimos cambios. Más de los que uno pueda imaginar. Ya te he contado que en tiempos de Barbarroja había en Italia poderosas ciudades cuyos burgueses se atrevían a enfrentarse al emperador y hacerle la guerra; mientras, en Alemania, había caballeros, monjes y campesinos. Al cabo de cien años, la situación era muy diferente. Los alemanes habían viajado mucho, aunque sólo fuera por las cruzadas que les llevaron a Oriente, y entablado relaciones comerciales con países lejanos. En ellos, sin embargo, no se podían intercambiar bueyes por ovejas, ni cuernos para beber por paños. Allí se necesitaba dinero. Y si había dinero, había también mercados donde era posible comprar toda clase de mercancías. Estos mercados no se podían establecer en cualquier parte. Se trataba de lugares determinados protegidos con murallas y torres y situados casi siempre en las cercanías de un castillo. Quien entraba en ellos y practicaba el comercio era un burgués y ya no estaba sometido a un propietario de tierras. En aquellos tiempos se decía: «El aire de la ciudad hace a la gente libre», pues los burgueses de las ciudades más importantes no eran súbditos de nadie fuera del rey.

No debes imaginar la vida en una ciudad medieval como la vida urbana de hoy en día. Las ciudades eran casi siempre diminutas, estaban llenas de rincones y tenían callejas angostas y casas altas y estrechas con gablete. En ellas vivían muy apretujados los comerciantes y los artesanos con sus familias. Los comerciantes solían recorrer el país acompañados de gente armada. Se trataba de algo necesario, pues por aquel entonces muchos caballeros eran tan poco caballerosos que se habían convertido, sencillamente, en bandoleros. Instalados en sus castillos, acechaban a los comerciantes para saquearlos. Pero los ciudadanos y los burgueses no lo consintieron por mucho tiempo. Tenían dinero y podían pagar soldados. Solían vivir, pues, en conflicto con los caballeros y no era raro que los burgueses vencieran a esos caballeros bandoleros.

Los artesanos, sastres, zapateros, pañeros, panaderos, cerrajeros, pintores, carpinteros, canteros y constructores constituían asociaciones artesanales o federaciones llamadas gremios. Cada uno de ellos, por ejemplo el gremio de los sastres, era tan cerrado y tenía leyes casi tan rigurosas como el estamento de los caballeros. No todo el mundo podía alcanzar sin más ni más el grado de maestro sastre. Antes había que ser aprendiz durante un tiempo determinado; luego, se obtenía el grado de oficial y había que recorrer mundo para conocer ciudades y formas de trabajo ajenas. Estos oficiales itinerantes recorrían el país a pie y visitaban, a menudo durante años, muchas naciones hasta el momento de regresar a casa o encontrar una ciudad desconocida que necesitara —pongamos por caso— un maestro sastre, pues en las ciudades pequeñas no hacían falta muchos y el gremio procuraba con gran rigor que no accediera al grado de maestro más gente de la que podía hallar trabajo.



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