Beloved by Toni Morrison

Beloved by Toni Morrison

autor:Toni Morrison [Morrison, Toni]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Drama, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 1987-01-01T00:00:00+00:00


CUANDO llegaron los cuatro jinetes —Maestro, un sobrino, un esclavo chanchullero y un sheriff—, la casa de Bluestone Road estaba tan callada que creyeron haberse presentado demasiado tarde. Tres desmontaron y uno permaneció en su silla, con el fusil engatillado, paseando la mirada de izquierda a derecha de la casa, pues existía la posibilidad de que la fugitiva intentara huir. Aunque a veces, nunca se sabía, te encontrabas a un fugitivo escondido en cualquier sitio: bajo las tablas del suelo, en una despensa… una vez en una chimenea. Aún en esos casos había que andarse con cuidado, porque los más apabullados, los que sacabas a rastras de una prensa, un henil o —aquella vez— de una chimenea, se dejaban llevar mansamente dos o tres segundos. Pescados con las manos en la masa, por así decirlo, parecían reconocer la inutilidad de tratar de ser más listos que un blanco y la desesperanza de ser más veloces que un fusil. Incluso sonreían, como un crío al que sorprenden con la mano en el tarro de la jalea, y cuando alargabas la mano y cogías la cuerda para atarlo, bien, ni siquiera entonces podías estar seguro. El mismo negro que llevaba la cabeza baja y una sonrisa de tarro de jalea en la cara, de repente podía rugir como un toro, o algo peor, y empezar a hacer cosas increíbles. Coger el fusil con la boca, arrojarse contra el que lo portaba… cualquier cosa. De modo que tenías que retroceder un paso y dejar que lo atara otro. De lo contrario podías terminar matando a aquello que te pagaban para que devolvieras vivo. A diferencia de una serpiente o un oso, un negro muerto no podía despellejarse para sacar beneficios, y su peso muerto no valía nada.

Seis o siete negros subían por el camino hacia la casa: dos chicos a la izquierda del esclavo y unas mujeres por la derecha. Con el fusil les hizo señas de que permanecieran donde estaban. El sobrino volvió de echar un vistazo en el interior de la casa y tras llevarse un dedo a los labios para que hicieran silencio, señaló con el pulgar indicando que lo que buscaban estaba en el fondo. Entonces el esclavo chanchullero desmontó y se unió a los otros tres. Maestro y el sobrino se dirigieron a la izquierda de la casa, él y el sheriff a la derecha. Un negro viejo y loco estaba en la pila de madera, con un hacha en la mano. Se notaba que estaba loco porque ronroneaba… imitando a un gato. Unos doce metros más allá había una negra con una flor en el sombrero. También loca, probablemente, porque permanecía en pie, inmóvil, pero movía las manos delante de la cara como si quisiera apartar telarañas de su camino. Sin embargo, los dos tenían la vista fija en el mismo lugar: un cobertizo. Sobrino se aproximó al negro viejo y le quitó el hacha. A continuación, los cuatro se encaminaron al cobertizo.

Dentro, dos chicos sangraban en



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