Backpackerland, corazón de jade by Alex Kross

autor:Alex Kross
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Novela
publicado: 2018-09-17T22:00:00+00:00

III.

Tardamos dos horas en hacer el trayecto que une ciudad de Ho Chi Minh con el monte de la Dama Negra. Cabalgamos a lomos de una Honda Dream que ronronea como si tuviera ganas de llevarnos hasta el otro lado de la frontera. A pesar de que hemos salido a las cinco y media de la mañana, con los primeros rayos de sol, el tráfico en Saigón es fluido y me cuesta maniobrar entre el maremágnum de motos que se precipitan unas contra otras.

Tras dejar atrás la capital del sur, avanzamos por una carretera comarcal que serpentea entre arrozales, maizales, campos de mandioca y plantaciones de caucho, además de multitud de aldeas y casas aisladas que componen el paisaje. El término municipal de Saigón se extiende hasta la frontera con Camboya, lo que convierte esta ciudad en una de las más extensas del planeta.

Una suave bruma nos acompaña durante todo el viaje y la visibilidad se ha reducido a diez metros de distancia. Así que no me queda otra que reducir la velocidad y circular a cuarenta kilómetros por hora. La vida me ha enseñado que la muerte se oculta en cada curva del camino. Sandra se abraza a mí como una lapa para no caerse ante las cerradas curvas. El día anterior escuchó todo mi relato con interés y pude ver como sus pupilas se dilataron cuando le conté sobre la gran estatua de Lao Tse.

Me encuentro bastante nervioso ya que si la pista resulta ser falsa volveremos a estar en el punto de partida. No quiero imaginar qué haremos si toda mi teoría se cae como un castillo de naipes. Para ocultar esos pensamientos decido centrarme en la carretera mientras contemplo el montículo que se alza ante mis ojos como un espejismo. La montaña de la Dama Negra se yergue en una planicie infinita, moteada por los campos de cultivo que rompen el paisaje con tiralíneas de escuadra y cartabón. La carretera avanza en dirección a aquel montículo. Una atracción magnética nos atrae irremisiblemente.

Tardamos más de una hora en llegar al gran templo. Estoy a punto de tener un accidente nada más llegar al quedarme absorto ante aquel edificio tan hortera. Nunca he visto algo tan horripilante.

Uno de los extremos del templo está rematado por una torre circular y recuerda a la torre de oraciones de las mezquitas. En las paredes exteriores han colocado estatuas de los santos que veneran, desde Cristo a Mahoma, pintados en estridentes colores para que vaya a juego con el resto del santuario.

Dejamos la moto en parking y caminamos hasta la entrada. Un enorme poste repleto de esvásticas nos da la bienvenida. Por mucho que sea el símbolo del amor y de la felicidad para los hinduistas, la visión de aquellas cruces proyectadas hasta el cielo me provoca escalofríos. Confirmo mis sospechas que el caodaísmo es una mezcla extravagante de religiones y creencias. Incluso han incorporado la magia y el espiritismo a sus rituales. Sonrío al darme cuenta que mi compañera también se encuentra en estado de shock.

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