Aventuras del bachiller Trapaza by Alonso de Castillo Solórzano

Aventuras del bachiller Trapaza by Alonso de Castillo Solórzano

autor:Alonso de Castillo Solórzano [Castillo Solórzano, Alonso de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1637-01-01T05:00:00+00:00


CAPITULO X

De cómo antes de llegar á Sevilla Trapaza y Pernia, su compañero, remediaron su necesidad con cierta traza, y cómo se acomodaron después, con lo que sucedió.

En el mismo bagaje de sus pies caminaban los dos compañeros Trapaza y Pernia á la gran ciudad de Sevilla; y habiendo pasado el gran río Guadalquivir, remataron con su corto caudal pagando el portazgo de la barca de Tocina, que está dos leguas de este lugar. Viéndose, pues, sin blanca, como la necesidad aviva el ingenio, dio Trapaza en un capricho para tener dineros, que les remedió por entonces aquella necesidad. Dióle motivo para él ver la disposición de cara y talle de su compañero, el cual era lampiño, sin pelo de barba, por ser muchacho. Estaba bien aliñado con un vestido de color, adornado de lucidos cabos, sombrero grande, su espada y daga. No era muy alto de cuerpo, todo á propósito para lo que Trapaza tenía pensado, el cual dijo á Pernia:

—Amigo, no hay cosa más desdichada que la necesidad; por ella han degenerado muchos hombres de quién son y dado en bajezas. Hacer esto, no lo apruebo en tierra que no conocemos, y adonde nos puede costar caro, y aún que nos afrenten; pero si por honestos medios se pudiese remediar este trabajo, antes es virtud. Yo tengo pensado un arbitrio que, si nos sale bien, pienso que por lo menos comeremos. Yo vi en Salamanca algunos retratos que trujeron de Madrid de la Monja alférez, una señora que, inclinada á lo bélico, pospuesto el hábito mujeril, hizo en las Indias cosas notables por la guerra, hasta merecer alcanzar por sus puños una bandera; no sé si á vuestra noticia ha venido esto.

Pernia respondió que él había oído las prodigiosas cosas que le refería.

—Pues habéis de saber —dijo Trapaza— que si mal no me quedaron impresas las especies del retrato que vi en mi idea, le parecéis mucho, y ha sido esto nuestro remedio, porque en estos cortos lugares (comarca de Sevilla), podemos fingir que sois la Monja alférez, y encerrándoos en una posada, habiéndose primero publicado vuestra venida, fingiré que vais á los galeones de la carrera de Indias, y deseando que os entren á ver, pondremos precio á la entrada y ganaremos dinero.

—Bien estoy con eso —dijo Pernia— si no hubiese algún justicia tan curioso que quisiese ver si yo soy la verdadera Monja alférez, haciéndome desnudar; como lo llegue á averiguar con violencia somos perdidos.

—Bien está replicado —dijo Trapaza;— mas para todo hay remedio; que como yo digo que voy con necesidad, vos no consintiendo mi ganancia y viniendo mal en ella, no os dejaréis ver, cuanto más que excusaremos ese lance todo lo posible.

Algunas más réplicas le hizo Pernia; pero es tan mala la cara que hace la hambre, que por no la pasar, hiciera otra cosa peor.

Con esto llegaron á Tocina, seis leguas de Sevilla, lugar de quinientos vecinos; era día de fiesta, acababa la gente de salir de misa de una iglesia que está en la plaza, por donde pasaron los dos.



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