AUTOBIOGRAFIA DE KEITH RICHARDS - LIFE PARTE 1 by Gerardo Guadalupe

AUTOBIOGRAFIA DE KEITH RICHARDS - LIFE PARTE 1 by Gerardo Guadalupe

autor:Gerardo Guadalupe
La lengua: spa
Format: mobi
publicado: 0101-01-01T00:00:00+00:00


1Siento que la tormenta amenaza hoy mi vida misma.

2«Puré de patatas», baile muy popular en Estados Unidos hacia 1962.

3Conocí a una puta zorra en no se que ciudad.

4El merodeador nocturno anda suelto otra vez.

5La he visto hoy en la recepción.

6Caballos salvajes.

7No podrían separarme ni a rastras.

8Barrio de San Francisco donde se escenificaron muchos de los inconformismos de los sesenta.

Capítulo 8

Nos marchamos a Francia en la primavera de 1971 y alquilo Nellcote, una mansión en la Riviera. Mick se casa en Saint-Tropez. Montamos un estudio móvil en un camión para grabar Exile on Main St. y empezamos a hacer un horario de grabaciones nocturnas que resulta muy prolífico. Vamos a desayunar a Italia en una lancha fueraborda. Agarro el ritmo con la guitarra de cinco cuerdas. Aparece Gram Parsons y Mick se pone celoso. Me aíslo con las drogas y nos agarra la policía. Veo por última vez a Gram en Los Angeles, pasamos un tiempo juntos y me engancho seriamente con mierda de segunda. Huyo a Suiza con Anita para hacer una cura, afronto los horrores del mono y escribo «Angie» mientras me recupero.

La primera vez que vi Nellcôte pensé que seguramente iba a poder aguantar el exilio: era una casa increíble, justo al lado de Cap Ferrat, con vistas a la bahía de Villefranche. La había construido alrededor de 1890 un banquero inglés y tenía un gran jardín, un tanto asilvestrado, tras sus imponentes verjas de hierro de la entrada. Las proporciones eran magníficas: si te sentías un poco hecho polvo por la mañana al levantarte, te ibas a dar una vuelta por aquel castillo resplandeciente y se te pasaba. Era como una gran sala de los espejos, con techos de seis metros, columnas de mármol y escalinatas imponentes. Me despertaba pensando «¿y ésta es mi casa?» o «¡ya era hora de que se hicieran bien las cosas!». Aquella grandiosidad era lo que sentíamos que nos merecíamos después de la mísera mezquindad del Reino Unido. Y, como nos habíamos decidido a vivir en el extranjero, ¿tan difícil iba a ser quedarse sentado esperando un rato en Nellcôte? Llevábamos ni se sabía el tiempo en la carretera y ¡Nellcôte era mil veces mejor que el Holiday Inn! Creo que todo el mundo sentía una especie de liberación después de lo que había estado pasando en Inglaterra.

Nunca fue nuestra intención grabar en Nellcôte, íbamos a buscar estudios en Niza o en Cannes, aunque la logística resultaría bastante com- plicada... Charlie Watts se había buscado una casa a kilómetros de distancia, en Vaucluse: eran varias horas de viaje. Bill Wyman estaba en las montañas, cerca de Grasse, y pronto estaría pasando el rato con Marc Chagall, nada menos: la pareja más improbable que se me ocurre, Bill Wyman y Marc Chagall, pero eran vecinos, lo típico: pásate a tomar una taza de té (ese brebaje inmundo que Bill llama té). Mick estuvo viviendo primero en el Hotel Byblos de Saint-Tropez mientras llegaba el día de su boda, y luego alquiló una casa



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