Aurora boreal by Nora Roberts

Aurora boreal by Nora Roberts

autor:Nora Roberts
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Policial
publicado: 2004-08-09T22:00:00+00:00


Cuando se marchó el juez, Nate tomó más notas. Tenía que hablar con algunas personas más; entre ellas la alcaldesa, el primer teniente de alcalde y algunos de los ciudadanos más prominentes.

Escribió «piloto» en el bloc y trazó un círculo alrededor de la palabra.

Por lo que habían dicho, Galloway se había marchado a Anchorage a buscar trabajo para el invierno. ¿Habría encontrado alguno?

Si Galloway había jugado limpio con Charlene y tenía la intención de volver unas semanas más tarde, habría que situar el asesinato en febrero.

No había mucho donde agarrarse, pero siguiendo esta teoría, sería posible, con el tiempo y el trabajo de campo, comprobar si Max había estado fuera de Lunacy en aquel entonces.

De ser así, ¿con qué objetivo? ¿Se había ido solo? ¿Cuánto tiempo había estado fuera? ¿Había vuelto solo o acompañado?

Tendría que buscar las respuestas en los recuerdos de Carrie. Aunque de momento no estaría muy dispuesta a colaborar. Tal vez hablara con Coben, pero suponiendo que el forense estableciera que había sido un suicidio, ¿se tomaría la molestia de seguir?

Llamaron a la puerta; en el momento en que Nate se levantaba para cubrir de nuevo el tablón entró Peter.

—¿Quería verme?

—Sí. Cierre la puerta. Una pregunta.

—Sí, jefe.

—¿Conoce alguna razón que pueda explicar que alguien anduviera con raquetas a oscuras por el bosque cerca de la casa de Meg?

—¿Cómo dice?

—Es una suposición, pero yo diría que poca gente saldría a dar una vuelta por el bosque con raquetas porque sí.

—Algunos lo harían, supongo yo, en caso de que tuvieran que ir a ver a alguien, no pudieran dormir o algo así. Pero no lo entiendo.

Nate señaló el tablón.

—Anoche encontré estas huellas cuando estaba en el bosque practicando, mientras los perros echaban una última carrera. Los seguí desde la carretera, a unos cincuenta metros de la casa de Meg, hasta el confín del bosque por la parte de atrás de esta.

—¿Seguro que las huellas no eran suyas?

—Seguro.

—¿Y cómo sabe que se hicieron de noche? Alguien podría haber salido a dar una vuelta en cualquier momento. Para cazar o pasear por el lago.

«Buena reflexión», admitió Nate.

—Meg y yo estábamos ahí fuera la noche en que Max murió. Tomamos un baño caliente.

Peter desvió la vista hacia la pared, discretamente, y se aclaró la voz.

—Bueno...

—Mientras estábamos allí, los perros se pusieron nerviosos y se metieron en el bosque. Ladraban como si hubieran olfateado algo, se alejaron tanto que Meg estuvo a punto de llamarlos, pero luego se calmaron. Y ahora, antes de que me responda que tal vez hicieron que una ardilla subiera a un árbol o que persiguieron a un alce, le diré que descubrí un lugar en el que parecía que se habían revolcado en la nieve, y unas huellas de las raquetas indicaban que quien las llevaba se había detenido allí. No me las doy de Daniel Boone, Peter, pero puedo seguir un rastro.

Iba dando golpecitos con el dedo en las fotos.

—Alguien entró en el bosque, lo suficientemente lejos de la casa de Meg como para no ser visto.



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