¿Quién mató al bastardo? by Ralph Barby

¿Quién mató al bastardo? by Ralph Barby

autor:Ralph Barby
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
publicado: 2019-01-26T23:00:00+00:00


CAPÍTULO VIII

Daphne exhibía con gusto su casi total desnudez en el pequeño plato fotográfico. Giraba y giraba sobre sí misma cambiando las posturas, mirando con ojos cargados de sensualidad y boca prometedora. Ni ella misma sabía para qué serían utilizadas las fotografías que le estaban tomando en aquel momento, quizá recorrerían el circuito internacional de fotos eróticas para revistas o serían utilizadas para anunciar cualquier producto, ella no sabía cuál.

Clic, clic, clic…

Las máquinas fotográficas, pues colgaban tres del cuello del melenudo fotógrafo, no cesaban de ser disparadas como si contuvieran en sus carretes rollos inacabables.

Jean Ranshell observaba casi desde la oscuridad, pero tenía la impresión de que los ojos sugestivos y excitantes de la joven le llamaban, ofreciéndole algo espléndido.

—Basta por hoy, encanto —le dijo el fotógrafo.

Ella cogió una larga bata transparente y se la puso encima. El fotógrafo se volvió hacia Jean, ambos se conocían.

—Tú no eres un buscaniñas, ¿para qué la quieres?

—Estoy investigando un caso y deseo hacerle unas preguntas.

—Si se pone tonta, déjala. Son muy caprichosas y luego, si se molestan, no vuelven por el estudio, especialmente cuando son como Daphne, que tiene quien la mantenga.

—No temas, no te asustaré a la paloma.

Daphne se había sentado en una silla frente al espejo del camerino y con coldcrem comenzaba a quitarse los excesos de maquillaje que había realzado su rostro y sus pezones. Ir de aquella forma por la calle era llamar la atención.

—Hola —dijo ella, al verle a través del espejo, sin volverse.

—Soy Jean Ranshell.

—Lo sé.

—¿Me conoces?

—Un amigo me ha dicho que vendrías a verme. Te advierto que mi vida está muy cara y no hago favores gratis.

—No temas, no vengo pidiendo regalos ni favores.

—¿Entonces…?

Jean Ranshell se había llevado una pequeña decepción al oír la voz de Daphne. Era una voz agradablemente ronca, no era la voz aniñada que oyera por teléfono.

—¿Conocías a Claude Rouvre?

—Sí, no mucho, pero sí.

—¿Te acostabas con él?

Daphne se volvió para mirar a Ranshell directamente.

—¿Te importa?

—No.

—¿Por qué lo preguntas, pues?

El hombre suspiró. Tuvo la impresión de que aquella entrevista no le iba a dar ninguna pista y se estaba poniendo indiscreto con aquella belleza.

Sacó un cigarro, se lo puso entre los labios y le prendió fuego. Lo pasó a la boca de Daphne, que no lo rechazó.

—Disculpa, creo que no he debido hacerte esa pregunta; me he pasado. Mientras Jean encendía otro cigarrillo para sí mismo, Daphne, sin apartar sus ojos del rostro masculino, hizo un gesto con el brazo y un pecho quedó al desnudo. No le importó, porque no hizo nada para cubrirlo.

—Perdona, creo que he sido un poco brusca contigo. Me da la impresión de que buscas algo, pero vas un poco despistado.

—¿Intuición femenina?

A través del humo, de pie, mientras ella continuaba sentada, Jean vio varias fotografías sobre el tocador. En alguna de ellas estaba Daphne con otra chica más joven, algo más delgada y más baja. Terminó por alargar la mano para coger uno de los cuadritos donde las dos muchachas, desnudas, se hallaban enlazadas por la cintura.

—¿Tu amiga?

—Es Mireille, mi prima.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.