¡Pide otra pizza por favor! by Jesús Carazo

¡Pide otra pizza por favor! by Jesús Carazo

autor:Jesús Carazo [Carazo, Jesús]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2003-05-01T00:00:00+00:00


* * *

Después de comer fui corriendo al teatro —⁠ahora ensayamos los sábados por la tarde⁠— y por fin pudimos representar mi escena completa. La víspera, Javichu me había ayudado a repasarla de nuevo (lo que me costó una preciosa gorra de los Lakers) y ya me sentía algo más relajado y tranquilo. Claro que, en el teatro, nunca hay que confiarse demasiado porque al menor descuido uno puede hacer un ridículo espantoso. Menos mal que Víctor nos corrige sin burlarse de nosotros, consciente de que no somos la Royal Shakespeare Company, sino un humilde grupo de aficionados de una pequeña capital de provincias.

La última parte de la escena comienza, pues, en ese maravilloso momento en que tengo a Eva-Susana en mis brazos. Ella llora en silencio y se seca las lágrimas mientras yo la aprieto contra mi pecho para poner de relieve la intensidad de mi amor. En ese instante, se abre la puerta del apartamento y aparece Lucas, o sea, Alberto.

LUCAS.— (Entrando.) ¡Buenas tardes!

YO.— (Algo apurado. Haciendo ademán de separarme de Eva.) Hola…, Alberto.

LUCAS.— (Sin ninguna inquietud.) No, si puedes seguir abrazándola. Pero recuerda que todavía es mi novia.

YO.— No la estoy abrazando: la estoy consolando. ¡Y eres tú quien la ha hecho llorar!

LUCAS.— (Alegremente.) Es que yo soy el malo de la película. Supongo que es lo que Susana te ha estado contando: que no le hago caso y que ya parecemos una pareja que llevara veinte años de matrimonio.

YO.— (Sin dejar de abrazar a Eva.) Ella ha dicho diez.

LUCAS.— Eso es que hoy no vería las cosas tan negras.

[VÍCTOR.— ¡Venga, Guillermo, ya puedes soltar a Eva, que Alberto se va a mosquear!]

Abro por fin los brazos, sofocadísimo, y la deliciosa protagonista de la obra se sienta en el sofá, donde continúa dando suspiros y sonándose la nariz.

YO.— (Enérgico.) Mira, Alberto, si sigues tomándote a broma este asunto, te veo pasando la aspiradora por la alfombra mucho antes de lo que imaginas.

LUCAS.— (Burlón.) Ah, ¿sí?

YO.— Me parece que no tienes ni idea de cómo tratar a las mujeres.

LUCAS.— (Igual.) Ah, ¿no?

YO.— ¡No puedes quedarte el domingo entero sentado ante el televisor!

[VÍCTOR.— Eso debes decirlo en un tono más agresivo. Como si, por un instante, tú fueras la mismísima Susana.]

YO.— (Intentándolo.) ¡¡No puedes quedarte el domingo entero sentado ante el televisor!!

LUCAS.— ¡Pero si jugaban el Barcelona y el Madrid!

YO.— ¡Pues me da igual! No puedes tener a Susana esperando hasta que termine el partido.

LUCAS.— También yo espero cuando ella habla por teléfono con sus amigas.

YO.— ¡No es lo mismo!

LUCAS.— ¡No! ¡Es mucho peor! Yo únicamente oigo una parte de la conversación. Es igual que si ella solo pudiera ver la mitad del campo de fútbol.

YO.— (Muy serio.) ¿Sabes lo que te pasa, Alberto? Lo que te pasa es que te asusta vivir con una chica, eso es lo que te pasa.

[VÍCTOR.— Guillermo, acércate un poco para decirle esta frase. Si quieres, apúntale con un dedo.]

YO.— (Dando unos pasos hacia Lucas.) ¿Sabes lo que te pasa, Alberto? Lo que te pasa es que te asusta vivir con una chica, eso es lo que te pasa.



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