Annobón by Luis Leante
autor:Luis Leante
La lengua: spa
Format: epub
editor: HarperCollins Ibérica S.A.
publicado: 2017-01-13T10:55:13+00:00
6
âSÃ, el crimen aquel en Guinea pasó cuando yo tenÃa seis o siete años. No sabrÃa decÃrselo con exactitud.
âFue en noviembre de 1932.
âPues entonces, sÃ, siete años tenÃa yo. Es verdad que era cerca de la Navidad, de eso sà me acuerdo, y que hacÃa bastante frÃo. Además, no hacÃa mucho que habÃa descubierto esas cartas que le digo, las que le llevé a don Cipriano para que me las leyera. Por eso yo sabÃa ya que tenÃa un padre en Ãfrica. A esa edad ya me daba cuenta de algunas cosas y hacÃa muchas preguntas. Un dÃa se presentó un señor en mi casa con una carta del juzgado para mi madre y, como ella no sabÃa leer, aquel hombre se la leyó y le explicó que tenÃa que ir a declarar al juzgado por algo de mi padre. Le dijo todo lo que tenÃa que hacer: presentarse en tal sitio, a tal hora, y decir quién era. Asà que mi madre no tuvo más remedio que contarme lo que yo ya sabÃa, que mi padre estaba en Guinea. Me acuerdo que el dÃa en que tenÃa que ir a declarar se arregló mucho y me dijo ahora vengo. No me dio más explicaciones, pero yo sabÃa que tenÃa algo que ver con algo que habÃa pasado con mi padre. Luego las vecinas, que la vieron con la ropa de los domingos, se extrañaron y le preguntaron de dónde venÃa, y ella no soltó prenda. A mà sà me lo contó, porque no paraba de preguntarle y no le quedó más remedio para que me callara. Me explicó lo que le contaron en el juzgado, que mi padre habÃa matado a un hombre y que le pedÃan no sé cuánto dinero para dejarlo de fianza por la responsabilidad civil o algo asÃ. Una cosa disparatada, no sé si cien mil pesetas de aquella época, me parece. Y además le querÃan embargar la casa; pero, claro, la casa no era de él, sino que se la habÃa alquilado a don Cipriano. Bueno, a la bruja de su mujer, porque era una herencia de ella, me parece. Hasta un billete de loterÃa le quitaron a mi padre por si tocaba. Asà fue como me enteré de lo del crimen. Y el vecindario también se enteró, porque, aunque mi madre me advirtió que no dijera nada, la mujer de don Cipriano, que era una sierpe, se me acercó y empezó a preguntarme que si es que mi madre habÃa encontrado un trabajo, que la habÃa visto muy bien vestida y habÃa dicho mira Teresa, qué bien, ya tiene un trabajo en algún sitio elegante y no tendrá que ir más a lavar ropa al Manzanares. Todo mentira, como se imaginará usted, porque lo que querÃa era saber adónde habÃa ido mi madre y meter las narices donde nadie la llamaba. Y yo, que de tan ingenua era tonta, se lo conté todo a la primera de cambio, lo de que tenÃa un padre, que ella ya lo sabÃa, lo del crimen, lo del embargo.
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