Anhelos Secretos by Nora Roberts

Anhelos Secretos by Nora Roberts

autor:Nora Roberts
La lengua: spa
Format: epub
Tags: love_contemporary
editor: www.papyrefb2.net


Tres cuartos de hora después, Michael y ella abrían la puerta del ático, una habitación lo suficientemente grande como para albergar a una familia numerosa.

—Oh, me había olvidado de lo maravilloso que era este lugar —entusiasmada, lo tomó de la mano y tiró de él—. Mira esta mesa, ¿no es horrible?

Lo era. Antigua, adornada de cornucopias y amorcillos, había quedado relegada contra una esquina.

—Y la jaula hecha de palos de helado. El tío Jolley decía que tardó seis meses en terminarla. Luego no tuvo corazón para meter a un pájaro dentro.

—Me alegro por el pájaro —musitó Michael—. ¡Polainas! —sacó un par de una caja—. ¿Te lo imaginas con ellas?

—Y este sombrero... —Pandora encontró una enorme pamela redonda—. Era de la tía Katie. Ojalá la hubiera conocido. Mi padre decía que era tan divertida como el tío Jolley.

Michael vio cómo Pandora se calaba la pamela sobre los ojos.

—¿Y qué me dices de esto? —le mostró un sombrero hongo, negro.

—Te sienta estupendamente —comentó ella, riendo—. Solo te falta un bastón y un cuello blanco para hacer de Charlot. ¿Ves? —lo acercó a un gran espejo de pie y se miraron divertidos.

—Qué pareja más elegante. La pamela te va que ni pintada —se volvió hacia ella para ladeársela un poco—. Sobre todo con la melena suelta. ¿Sabes? A mí siempre me gustaste con el cabello largo. Aunque recuerdo que un día lo llevabas corto y te daba un aire de inocencia muy atractivo...

—Tenía quince años.

—Ya. Y venías de las islas Canarias con las piernas más bonitas y bronceadas que había visto en toda mi vida. A punto estuve de atragantarme con la comida cuando te vi entrar en el salón.

—Tú estabas ya en la universidad y llevabas a una animadora colgada del brazo.

—Tus piernas eran mejores —sonrió Michael.

Pandora recordaba perfectamente aquella visita. Pero le sorprendía, y complacía, que él también se acordara.

—Me sorprende que te fijaras en ellas. O que te acuerdes todavía.

—Ya te dije que soy muy observador.

Pandora asintió con la cabeza. Sabía que estaban pisando un terreno peligroso...

—Bueno, será mejor que empecemos a retirar los adornos. Sweeney me dijo que las cajas estaban al fondo a la izquierda, claramente marcadas —sin esperarlo, dio media vuelta y empezó a buscarlas—. Oh, Dios mío... —se detuvo de nuevo al ver el montón de cajas: veinte, quizás veinticinco.

—¿Crees que deberíamos contratar a alguien?

—Arremángate.

Una hora después, cansados y sudorosos, dejaron las últimas cajas en el salón. Ignorando el polvo de sus pantalones, Pandora se derrumbó en la silla más cercana.

—Lo más divertido será volverlas a subir después de Año Nuevo.

—Y que lo digas.

Pandora se arrodilló en el suelo y abrió la primera caja. Probaron las luces, desenredaron las guirnaldas y se dedicaron a colgarlas. Cuando terminaron con el salón, el vestíbulo principal y la escalera, contemplaron su obra.

La guirnalda, blanca y plateada, serpenteaba todo a lo largo de la barandilla.

—Ha quedado estupendo —decidió Pandora—. Por supuesto, Sweeney y Charles querrán decorar las habitaciones de la servidumbre, y esa caja entera de bombillas irá al comedor, pero para empezar no está nada mal.



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