Amo del espacio by Fredric Brown

Amo del espacio by Fredric Brown

autor:Fredric Brown [Brown, Fredric]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Ciencia ficción, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 1953-01-01T05:00:00+00:00


SIRIO CERO

(Nothing Sirius)

Felizmente extraje las últimas monedas de nuestras máquinas y las conté, mientras Ma anotaba las cifras en el librito rojo a medida que yo se las cantaba. Eran unas bonitas cifras.

Sí, habíamos conseguido una buena recaudación en los dos planetas de Sirio, Thor y Freda. Especialmente en Freda. Esas pequeñas y aisladas colonias de la Tierra darían lo que fuera por cualquier clase de entretenimiento, y el dinero no significaba nada para ellos. Hicieron largas colas para entrar en nuestra tienda y meter sus monedas en nuestras máquinas, y así compensaron los elevados gastos del viaje que habíamos hecho por nuestra cuenta y riesgo.

Sí, esas cifras que Ma estaba anotando eran muy consoladoras. Naturalmente, las había sumado mal, pero Ellen se encargaría de subsanar el error en cuanto Ma se diese por vencida. Ellen está dotada para los números. Y para muchas otras cosas, si es que un padre puede decir eso de su única hija. De todos modos es mérito de Ma, no mío. Yo soy una persona del montón.

Guardé la caja de monedas de la Carrera Espacial y alcé la vista.

—Ma… —empecé a decir. Entonces la puerta que daba al compartimiento del piloto se abrió y John Lane apareció en el umbral. Ellen, sentada enfrente de Ma, dejó el libro y también alzó la vista. Era toda ojos y éstos brillaban.

Johnny saludó militarmente, con el saludo reglamentario que todo piloto de una nave particular debe hacer al propietario y capitán de la nave. Este saludo tenía la virtud de exasperarme, pero no podía decirle que prescindiera de él porque las reglas así lo establecían.

Dijo:

—Un objeto a proa, capitán Wherry.

—¿Un objeto? —inquirí—. ¿Qué clase de objeto?

Verán, por la voz de Johnny y por el rostro de Johnny, era imposible adivinar si se trataba de algo importante o no. La Escuela Politécnica de Ciudad de Marte les enseña a ser estrictamente inexpresivos, y Johnny se había graduado magna cum laude. Es un buen muchacho, pero anunciaría el fin del mundo con la misma voz que emplearía para anunciar la cena, si fuese labor del piloto anunciar la cena.

—Parece un planeta, señor —fue todo lo que dijo.

Necesité unos minutos para asimilar sus palabras.

—¿Un planeta? —pregunté, sin demasiada brillantez. Lo miré fijamente, confiando en que hubiese bebido o algo por el estilo. No porque tuviese nada que objetar al hecho de que viera un planeta estando sobrio, sino porque si Johnny descendía alguna vez al nivel de tomar unas copas, era probable que el alcohol disolviera en parte la rigidez de su espalda. Entonces yo tendría alguien con quien intercambiar historias. Viajar por el espacio con sólo dos mujeres y un graduado de la Politécnica que obedece todas las reglas puede resultar muy aburrido.

—Un planeta, señor. Un objeto de dimensiones planetarias, diría yo. Diámetro de unos cuatro mil quinientos kilómetros, distancia de unos tres millones, curso aparente de una órbita alrededor de la estrella Sirio A.

—Johnny —dije—, nos encontramos dentro de la órbita de Thor, que es Sirio I, lo



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