Ambición mortal by Victoria Holt

Ambición mortal by Victoria Holt

autor:Victoria Holt [Holt, Victoria]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 1981-12-31T16:00:00+00:00


—Entonces ¿nos quedan aún algunos años? —dije mientras reíamos juntos.

Habíamos llegado al manantial.

—Es un lugar mágico —dijo—. Se lo conoce también como la fuente que petrifica. Todo lo que se arroja ahí llegará el momento en que se habrá petrificado.

—¿Porqué?

—No tiene nada que ver con la madre Shipton, aunque a no dudar muchos querrán encontrarle una vinculación. Hay piedra de magnesio en el agua. En realidad es propia de este suelo y pasa al agua que va cayendo en el manantial. Debe dejar que el agua le caiga en las manos y formular un deseo. ¿Lo hará primero usted o yo?

—Usted primero.

Él se inclinó sobre el manantial y yo observaba el agua que se escurría por los costados y caía sobre sus manos.

Él se volvió hacia mí levantando una mano mojada.

—Estoy pidiendo —dijo—. Si espero que se me seque el agua no puedo dejar de obtener lo deseado. Ahora es su turno.

Él estaba de pie, muy cerca de mí cuando yo me quité el guante y me incliné sobre el manantial.

Era consciente del silencio a nuestro alrededor, estaba sola en aquel lugar y solo Simón Redvers sabía que yo estaba allí. Me incliné y el agua fresca —estaba segura de que era el agua más fría que había tocado jamás— cayó sobre mi mano.

Él estaba de pie inmediatamente detrás de mí y sufrí un momento de pánico. En mi mente lo vi, no como había sido unos segundos antes, sino envuelto en el hábito del monje.

«Que no sea Simón —me decía a mí misma—. No debe ser Simón». Y tan vehemente era mi pensamiento que olvidé cualquier otro deseo.

Podía sentir el calor de su cuerpo, tan cerca estaba de mí, y contuve el aliento. Estaba segura de que algo estaba a punto de sucederme.

Entonces me di la vuelta de golpe. Él retrocedió un paso. Había estado muy cerca de mí. «Por qué» me pregunté.

—No lo olvide —dijo él—. Tiene que secarse. Puedo adivinar lo que pidió.

—¿Es verdad?

—No hace falta mucho ingenio. Usted se murmuró: quiero que sea un niño.

—Tengo frío.

—Es por el agua. Es excepcionalmente fría. Tiene algo que ver con el óxido de calcio, creo…

Él miraba más allá de mí y yo era consciente de una cierta excitación en él. En ese momento apareció un hombre que se aproximaba. Yo no lo había notado, quizá Simón sí.

—Ah, están probando el manantial —dijo el hombre agradablemente.

—¿Quién podría pasar sin hacerlo? —le respondió Simón.

—Viene gente de todas partes para formular sus deseos y conocer la Cueva de la Madre Shipton.

—Es muy interesante —dije yo.

—Oh, así es.

Simón estaba recogiendo mis paquetes.

—Debe asegurarse de que el agua se haya secado en su mano —me dijo, y yo la sostuve en el aire mientras caminábamos.

Él me tomó del brazo de manera posesiva y me llevó del manantial hacia las calles empinadas que conducían al castillo.

Luke y Damaris nos aguardaban en la posada; tomamos rápidamente una taza de té y partimos a casa.

Ya era de noche cuando llegamos a Kirkland Moorside. Simón dejó a Damaris en casa del doctor y nos llevó a Luke y a mí a Revels.



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