América nazi by Varios autores

América nazi by Varios autores

autor:Varios autores
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Histórico, Ciencias sociales
publicado: 2014-10-26T23:00:00+00:00


CAPÍTULO 7

La caída de Eichmann

Aquella mañana de diciembre de 1959, Fritz Bauer, el procurador del Estado de Essen, Alemania, escuchaba con atención lo que decía la voz en el teléfono. La llamada era transatlántica, desde un pueblo en medio de la pampa argentina, y quien hablaba era un hombre ciego de 55 años que se había identificado como Hermann Lothar. Lo que Lothar tenía para decir parecía importante. Le estaba contando al fiscal Bauer que una hija suya había conocido a un joven que admiraba a los nazis, lamentaba que no hubiesen acabado con todos los judíos, y no ocultaba que su padre había sido oficial durante la guerra. El apellido del joven era Eichmann y se negaba a dar su dirección, al punto que la hija del ciego debía enviarle las cartas a la casa de un amigo común.

Cuando colgó el teléfono, Bauer ya sabía lo que tenía que hacer: violando sus deberes de funcionario del gobierno alemán, transmitió la información a los servicios de inteligencia israelíes y puso en marcha un proceso que, seis meses después, haría tambalear la tranquilidad de la América nazi.

Para los cazadores de criminales de guerra, Adolf Eichmann había sido siempre un quebradero de cabeza. El más tenaz de ellos, Simon Wiesenthal, un arquitecto sobreviviente del Holocausto que vivía en Viena, había empezado a rastrearlo siguiendo a su mujer. La pista inicial la había obtenido a finales de 1947, al enterarse de que la señora Vera Liebl de Eichmann había solicitado un certificado de defunción de su esposo, del que se decía divorciada. A Wiesenthal no se le escapó lo principal: ni bien Eichmann fuese declarado oficialmente muerto, ya no sería reclamado por la justicia y se lo dejaría de perseguir. Al investigar la solicitud, encontró que un tal Karl Lukas había declarado haber presenciado la muerte del criminal durante un tiroteo en Praga el 30 de abril de 1945, y cuando Wiesenthal descubrió que el hombre era cuñado de Eichmann, pensó que la familia estaba complotada. En sus memorias, publicadas en 1970, escribió: “Hoy creo que mi más importante contribución a la captura fue destruir aquella patraña de su pretendida muerte. Muchos criminales de las SS no podrán ser capturados jamás porque se hicieron declarar muertos, y viven a partir de entonces felices y contentos, bajo nombres supuestos”.

Desde ese primer dato sobre el certificado de defunción, a veces con una lentitud exasperante, los indicios empezaron a encadenarse y siete años después, en abril de 1959, el cazador encontró otra pista interesante: en una necrológica publicada en un diario, Vera Liebl seguía figurando con su viejo nombre de casada. Entonces Wiesenthal apostó a su intuición, mandó a uno de sus hombres a hablar con la madre de la mujer, y consiguió algo que luego sería revelador: según ella, hacía años que Vera se había casado en Buenos Aires con un hombre llamado Klement. Unos días después, cuando puso estas informaciones en manos de los israelíes, en Jerusalén se encendieron todas las alarmas: Klement, según



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