Ala de dragón by Weis Margaret

Ala de dragón by Weis Margaret

autor:Weis, Margaret [Weis, Margaret]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Timun Mas
publicado: 1990-01-31T16:00:00+00:00


CAPÍTULO 30

WOMBE, DREVLIN,

REINO INFERIOR

Limbeck se hallaba en la ventosa sede central de la UAPP, escribiendo el discurso que pronunciaría en el mitin de esa noche. Con las gafas en precario equilibrio sobre su nariz, el geg garabateaba sus palabras en el papel, salpicándolo todo de tinta y completamente abstraído del caos que lo rodeaba. Cerca de él se sentaba Haplo, con el perro a sus pies.

Silencioso, taciturno y discreto —de hecho, casi inadvertido—, el patryn estaba repantigado en una silla geg demasiado pequeña para su tamaño. Con las piernas extendidas frente a él, contemplaba ociosamente la organizada confusión y bajaba de vez en cuando la mano vendada para rascarle la cabeza al perro o para darle unas palmaditas reconfortantes si algo asustaba al animal.

La sede central de la UAPP en la ciudad de Wombe era, textualmente, un agujero en un muro. En cierto momento, la Tumpa-chumpa había dispuesto que necesitaba extenderse en determinada dirección, había abierto un hueco en la pared de una vivienda geg y después, por alguna razón desconocida, había acabado decidiendo que no quería ampliarse en aquella zona, después de todo.

El agujero en la pared había quedado tal cual y la veintena de familias geg que habían ocupado la vivienda se habían trasladado a otra parte, pues nadie podía estar seguro de que la Tumpa-chumpa no volvería a cambiar de idea.

Salvo algunos inconvenientes menores, como la perpetua corriente de aire, el lugar resultó ideal, en cambio, para la instalación de la sede central de la UAPP. En la capital de Drevlin no había existido ninguna sede de la Unión hasta aquel momento, pues el survisor jefe y la Iglesia ejercían allí un dominio aplastante. Pero cuando llegó a Wombe la noticia del triunfal retorno de Limbeck de entre los muertos, trayendo consigo a un dios que afirmaba no serlo, los gegs reclamaron conocer más a fondo a la Unión y a su líder. Jarre viajó personalmente a la ciudad para instituir la Unión, distribuir panfletos y buscar un edificio adecuado que les sirviera de centro de operaciones y de vivienda. Sin embargo, su principal y secreto objetivo era descubrir si el survisor jefe y/o la Iglesia iban a plantearles problemas.

Jarre esperaba que así fuera. Casi podía oír a los cantores de noticias de todo Drevlin voceando: «¡Gardas golpean a conversos!». Pero nada por el estilo había sucedido, para disgusto de Jarre, y Limbeck y Haplo (y el perro) habían sido recibidos por una multitud jubilosa al entrar en la ciudad. Jarre había apuntado que se trataba sin duda de un oscuro y sutil ardid tramado por el survisor jefe para tenderles una trampa, pero Limbeck había replicado que, sencillamente, demostraba que Darral Estibador era justo y razonable.

Ahora, una multitud de gegs se agolpaba ante el agujero de la pared, estirando el cuello para echar un breve vistazo al famoso Limbeck y a su dios que no lo era. Los miembros de la UAPP entraban y salían con aire de importancia llevando mensajes de Jarre o para ésta,



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