Al diablo con las vacaciones by Pablo R. Nogueras

Al diablo con las vacaciones by Pablo R. Nogueras

autor:Pablo R. Nogueras [Nogueras, Pablo R.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2013-01-01T05:00:00+00:00


***

Comenzó a clarear el día y el cielo se fue tiñendo de un color azul claro que contrastaba con el añil del mar. Mientras las gaviotas sobrevolaban el hotel emitiendo graznidos que se confundían con el batir de las olas en las rocas de la playa, los empleados del hotel comenzaron a colocar las tumbonas junto a la piscina, y algunos clientes salieron hacia el pequeño paseo marítimo cercano para hacer ejercicio. Entre los más madrugadores se encontraban, cómo no, los participantes del concurso de belleza, que debían congregarse junto a la piscina para ensayar el número de baile bajo la atenta mirada de Eto y sus observaciones en general poco amables. A las ocho, puntual como un reloj, llegó recién duchado, perfumado, afeitado, vestido de blanco y ataviado con su sombrero.

—¡Nenas, muchachos, atención! Mañana es la gran final y no tenemos más que el día de hoy para ensayar el baile. Quiero que pongáis toda la carne en el asador para que salga perfecto. Practicaremos un poco hasta la hora del desayuno, luego continuaremos en el salón de actos y por la tarde, después de comer, ensayo final para ver cómo tenéis que entrar unos y otros; haremos el baile completo y os diré dónde tenéis que colocaros. ¿Entendido?

Todos asintieron con la cabeza.

—Bien. Situaos todos donde siempre. Nenas, los platos; muchachos, en posición marcial como os he enseñado. Pondré la música muy bajita para no molestar a nadie.

Los concursantes se dirigieron al lugar indicado mientras Eto preparaba el equipo de música, ajeno a todo cuando, de repente, una de las chicas profirió un grito ahogado.

—¿Qué pasa? —Se dio la vuelta, alarmado.

—¡Un cadáver!

—¡Dios mío, lo que nos faltaba! —murmuró Eto, y fue corriendo con el corazón en la boca hacia donde estaba la chica, que señalaba una tumbona sobre la cual había un bulto cubierto con una toalla de color verde oscuro, debajo de la cual sobresalía una pierna con una sandalia de mujer medio caída.

—Lolita, hija, no te acerques.

Eto se aproximó con cautela. El sudor le perlaba la frente y respiraba con dificultad. Hizo un gesto con el brazo a los chicos para que se apartasen. Rodeó la tumbona con pasos cortos, se agachó lentamente, muerto de miedo, haciendo movimientos pausados, y se puso a cuatro patas junto a él. Gateó lentamente hasta la toalla, alargó el brazo y con las puntas de los dedos agarró el borde para tirar con suavidad cuando el bulto se alzó de improviso.

El fuerte olor de un algodón empapado en amoníaco despertó a Eto, que se incorporó temblando de pies a cabeza. Lo último que recordaba era una toalla verde que se levantaba y descubría a la gorgona Medusa con el cabello lleno de serpientes venenosas y una mirada feroz. El concursante Ganimedes le ayudó a ponerse en pie, para lo cual necesitó una gran fuerza de voluntad porque las piernas le temblaban.

—¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado? —balbuceó.

—Estamos en la piscina. Se ha desmayado, don Eto.

—¡El cadáver!

—No hay ningún cadáver —lo tranquilizó Ganimedes.

—Pero yo lo he visto…, la toalla…, la pierna.



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