Aguas Profundas by Richard Awlinson

Aguas Profundas by Richard Awlinson

autor:Richard Awlinson
La lengua: es
Format: mobi
Tags: Fantasía
publicado: 2010-02-09T18:12:06+00:00


Las calles desiertas estaban cubiertas de basuras y escombros. En los balcones,

había lámparas amarillas cuyas luces marcaban círculos en la inmundicia. Al pasar junto a una de las lámparas, Medianoche respiró un poco del vapor sulfuroso que desprendía. Sufrió unos segundos de ahogo y le ardió la piel en el lugar donde la había tocado un poco de humo.

La hechicera se escurrió por un callejón y escaló como pudo una montaña de escombros que casi tenía cinco pisos de altura. Luego rodó por el otro lado para meterse en la callejuela que comunicaba con otra calle. Giró a la izquierda y volvió a correr. Por fin, segura de que los engendros jamás la encontrarían, subió otra pila de cascotes y se encontró que no había salida.

Necesitaba un guía. En una ciudad tan inmensa, le sería imposible dar con el castillo de los Huesos sin ayuda. Incluso en el caso de saber la ubicación, la ciudad era tan extraña que un solo error bastaría para acabar muerta. Medianoche comprendió que debía invocar ayuda.

De inmediato, el exorcismo para invocar monstruos apareció en su mente, junto con toda la información anexa acerca de su creador y la teoría que le daba base. No era un monstruo lo que necesitaba, pero después de estudiar la fórmula original, Medianoche vio que podía modificarla para que pudiera responder a sus necesidades. El hechizo había sido diseñado para llamar a un monstruo no especificado en ayuda del mago. Sin embargo, la muchacha necesitaba invocar a una persona, si bien no sabía quién podía ser. Si cambiaba algunos de los movimientos de los dedos y alteraba la entonación de los componentes verbales, quizá podía llamar a alguien que conociera bien la ciudad de Myrkul y estuviese dispuesta a ayudarla. Medianoche sintió un poco de miedo por lo que estaba a punto de hacer. Por lo general, únicamente los magos más poderosos y sabios modificaban o creaban encantamientos. Pero, a la vista del inmenso caudal de conocimientos a su disposición y la estabilidad del tejido mágico en el plano, confiaba en su éxito. Después de repasar las modificaciones, la hechicera practicó el sortilegio. Un momento más tarde, alguien comenzó a trepar la montaña de escombros en la entrada del callejón sin salida. Medianoche esperó angustiada, lista para ocultarse en uno de los edificios si el visitante no era lo que esperaba. Un halfling apareció en lo alto de la pila, se detuvo, y miró a la maga con el entrecejo fruncido. Tenía las mismas características, cabellos plateados, piel gris amarillenta e inexpresivos ojos grises, como los esclavos que había visto desde el muro. De hecho, sólo por la estatura podía saber que era un halfling. Atherton Cooper no tenía la más remota idea de cómo había venido a dar en este callejón. Un instante antes, había estado ocupado en emparedar a una mujer que no dejaba de chillar.

—¿Hurón? —preguntó la hechicera, vacilante. La expresión preocupada del hombrecillo se acentuó. Había algo familiar en la voz de la mujer y en el nombre que le había dado.



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