¡Aniquilador! by Curtis Garland

¡Aniquilador! by Curtis Garland

autor:Curtis Garland [Garland, Curtis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1987-12-01T00:00:00+00:00


* * *

—Crabbe, no pienso tolerarlo. Esto no es una guerra particular suya, eligiendo como campo de batalla la ciudad de Washington.

Las palabras de Malcolm Yuder era duras, incisivas. El jefe de personal de la Organización estaba malhumorado, eso era evidente. Paseaba por su despacho de forma inquieta, nerviosa, mientras llenaba de reproches al hombre sentado frente a él.

—¿Quién se ha creído que es usted, Crabbe? —clamó airado, volviéndose hacia él—. El FBI me ha presentado su protesta. También un alto funcionario de la Casa Blanca. Y la policía local, por supuesto. En poco tiempo, usted ha asaltado un club nocturno, provocando una desbandada, hiriendo a varios empleados y causando el pánico. Luego, no satisfecho con eso, ha pulverizado un coche con tres ocupantes dentro, a los que es imposible identificar porque su trozo más grande es de unos cien gramos de peso. Su casa ha volado en pedazos y ha sido incendiada, con riesgo para otros vecinos. Y usted usa un lanzagranadas en plena calle, como si esto fuera el Vietnam. ¿A qué está jugando, Crabbe, maldito sea?

—A rescatar a mi hija, señor. Y a descubrir quién asesinó a mi esposa —fue la helada respuesta.

—¡Para eso está la policía, el FBI, todos ellos! —rugió Yuder—. ¡No tolero que mi Agencia sea víctima de protestas, acusaciones y censuras oficiales! ¡Y usted forma parte de esta Agencia, no lo olvide!

—Señor Yuder, si ése es el problema, deme la baja. Presento mi dimisión irrevocable en su Agencia.

—Eso no es tan fácil, Crabbe, y usted lo sabe. Somos un cuerpo especial de élite.

—¿Y qué? ¿De qué sirve mi élite personal, si no puedo salvar a mi hija y vengar a mi esposa? ¿Debo tolerar que asesinen a mi familia y vuelen mi casa, sin defenderme siquiera?

—Eso no es defenderse. Es declarar una guerra. Mis informes confidenciales son de que volaron su casa en represaba por su visita al club Riverside.

—Y yo volé su coche, en represalia a la voladura de mi casa —dijo calmoso Alex.

—¡No podemos consentir que esto siga adelante! Será enviado a Europa, a Asia tal vez, en una misión especial. Saldrá de Washington hoy mismo. Es una orden.

—¿Irrevocable?

—Irrevocable, sí —sostuvo Yuder con energía.

—Muy bien —se puso en pie, tranquilo, frío, sereno—. ¿Cuándo recibiré instrucciones?

—Dentro de dos o tres horas. Se alojará en el hotel Embassy. No se mueva de allí bajo pretexto alguno. Le serán enviadas instrucciones precisas. Y más vale que las obedezca sin rechistar. Hay altas personalidades del gobierno que desean verle lo más lejos de Washington por el momento. Déjenos a nosotros el rescate de la niña, no tendrá que lamentarlo, Crabbe, amigo mío.

—Está bien —dijo Alex con rara conformidad—. Estaré en el Embassy. Pero no se demore, señor. O puede que no tenga demasiada paciencia para seguir esperando.

Salió de la oficina de la Agencia, mientras Yuder se disponía a mover sus hilos con rapidez. Poco después, Alex se alojaba en el Embassy, disponiéndose a esperar instrucciones. Pero no a cumplirlas, ciertamente.



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