A sexy Berling christmas by Maya Blair

A sexy Berling christmas by Maya Blair

autor:Maya Blair
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico, Relato
publicado: 2013-12-19T23:00:00+00:00


Capítulo 4

Al final la fiesta dura algo más de las dos horas pronosticadas por Alberto, así que soy yo la que termina por empujarlo al interior de un taxi para que se vaya a pasarlo bien con su reciente adquisición de Broadway mientras me hago cargo de que el servicio de limpieza termine de realizar su trabajo.

¡Lo que tiene que hacer una por los amigos!

En cuanto todo el mundo se ha largado y el lugar ha quedado impoluto, me evado de la realidad durante un rato sentada en uno de los bancos de la sala en la que están expuestas las fotografías de Green mientras observo una de mis favoritas e intento recordar cuándo fue la última vez que me sentí como la mujer de la imagen.

Suspiro y deslizo los dedos por el amplio y sugerente escote que deja al descubierto mi vestido, disfrutando en soledad de la caricia a la vez que imagino que son los dedos de Gabriel Berling y no los míos los que me rozan la piel con sutil sensualidad.

Siento la manera en que mis pezones se erizan contra la sedosa tela y pujan contra ella y tengo que frenar el impulso de acariciarlos, de darles la atención que reclaman. Sé que hay cámaras de seguridad por todos lados y no tengo la más mínima intención de proporcionar a nadie un espectáculo erótico para su masturbación personal. Si alguien quiere hacerse una paja, que se busque un vídeo porno en internet.

Sin poder evitarlo, froto los muslos el uno contra el otro, con fuerza, para acallar el eco sordo que reverbera en mi todavía húmedo sexo. He estado así desde el encuentro con él y, mal que me pese, no puedo dejar de pensar acerca de qué habría sucedido de no haber aparecido Alberto.

—¿No ha terminado aún su trabajo, señorita Vargas?

No necesito darme la vuelta para saber que se trata del hombre que va a poblar mis sueños húmedos esa noche y probablemente las restantes durante un buen puñado de días. El único culpable de mi insoportable estado de excitación.

Hago el ademán de levantarme del banco, pero él se aproxima a mí con ese aire de gran depredador que me deja la garganta seca y la entrepierna aún más vergonzosamente empapada si cabe, así que me quedo donde estoy, paralizada como una estatua e incapaz de mover ni siquiera el músculo más diminuto de mi cuerpo.

Me fijo en los leves cambios que ha sufrido su aspecto desde que nos vimos horas antes según avanza hacia el lugar en el que estoy sentada. Luce un poco desaliñado, pero nada le resta un ápice de cruda sensualidad. Al revés, el hecho de que la pajarita haya desaparecido y que los botones abiertos de su camisa revelen un atisbo de ligero vello oscuro me encanta.

¿He dicho que me atraen los hombres de pelo en pecho? Pero no esos cuyas pelambreras les hacen parecer alfombras u osos esteparios —¡ugh!—, sino los que tienen la justa cantidad de vello que les da ese toque tan viril.



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