A fuego lento by Julie Garwood

A fuego lento by Julie Garwood

autor:Julie Garwood [Garwood, Julie]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2005-01-01T00:00:00+00:00


Capítulo 24

El bufete de Smith & Wesson & Associates se ubicaba en un edificio del siglo diecinueve de tres plantas que había sido transformado en oficinas sin perder su elegancia de antes de la guerra.

El vestíbulo era espacioso, y uno fijaba la vista enseguida en el atrayente dibujo del mosaico del suelo de baldosas. En el centro, una majestuosa escalera conducía a una galería abierta que, apoyada en columnas dóricas, rodeaba el vestíbulo.

Dylan casi esperaba que al final de la escalera los recibiera una belleza sureña con miriñaque, pero en cambio les sonrió una recepcionista con traje chaqueta oscuro y blusa azul y collar de perlas que alzó la cabeza desde su pulcra mesa de caoba.

Kate esperó al lado de Dylan mientras éste se entendía con el guarda jurado. Al entrar, se había disparado la alarma, pero en cuanto enseñó la placa, el ruido cesó.

Kate no tuvo que decir su nombre a la recepcionista. La joven ya sabía quién era.

—Buenas tardes, señorita MacKenna. El señor Smith bajara enseguida. Está ansioso por conocerla.

¿Ansioso? ¿Esa ansia es buena o mala?, se preguntó Kate.

Menos de un minuto después, el abogado bajó apresuradamente las escaleras.

Su sonrisa parecía sincera. Aun así, era un abogado, se recordó Kate, y por lo que se veía alrededor, bastante próspero. Por tanto, también tenía que ser muy competente a la hora de ocultar sus emociones.

El hombre le tendió la mano.

—Me llamo Anderson Samuel Smith y estoy encantado de conocerla, señorita MacKenna. Encantado de verdad.

Era un hombre de lo más refinado, y enseguida consiguió que ella se sintiera cómoda. Estrechó la mano de Dylan y ambos hombres intercambiaron los saludos de rigor. Acto seguido, Anderson se dirigió a los dos.

—Fui el abogado de su tío Compton durante siete años, y creo que el bufete lo trató muy bien. Era un hombre muy interesante. Podríamos cenar juntos y así les contaría lo que sé de él.

—¿Conoció a su hermano? —preguntó Kate.

—Sí, en efecto, señorita MacKenna. De todos modos, el bufete no llevaba sus asuntos.

—Por favor, llámeme Kate.

Anderson exhibió otra sonrisa radiante.

—Kate. Un nombre bonito —señaló con gesto aprobatorio—. Y usted llámeme Anderson.

—Si no le importa, me gustaría arreglarme un poco.

—Buena idea —dijo Dylan.

¿Buena idea? ¿Qué significaba eso? O bien ella iba hecha un desastre o bien Dylan quería hablar a solas con el abogado.

Anderson le mostró el camino al tocador de señoras y volvió al vestíbulo con Dylan.

Kate se lavó las manos y se miró en el espejo de cuerpo entero. Muy bien, iba un poco despeinada, pero no tenía tan mal aspecto. Ni tampoco tan bueno. Decidió que podía estar algo más presentable.

Se cepilló el pelo, y como estaba un poco rizado, no volvió a sujetárselo sino que lo dejó suelto sobre los hombros. Rebuscó en el bolso, sacó el colorete y el lápiz de labios y se arregló el maquillaje. Volvió a mirarse en el espejo. Sin una revisión general era todo lo que podía hacer.

Kate quería conceder a Dylan otro par de minutos con el abogado. Se paró cerca de la puerta y se soltó a sí misma un discurso para infundirse ánimo.



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