Dos o tres Gracias by Aldous Huxley

Dos o tres Gracias by Aldous Huxley

autor:Aldous Huxley [Huxley, Aldous]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Relato, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 1926-01-01T00:00:00+00:00


SEMIFIESTA

I

SÁBADO por la tarde y buen tiempo. A la turbia luz del sol primaveral, Londres resultaba tan hermoso como una ciudad creada por la imaginación. Las luces eran doradas; las sombras, azules y violetas. Incorregiblemente esperanzados, los árboles cubiertos de hollín del Parque íbanse remozando con hojas tiernas; y el verdor nuevo era increíblemente fresco, ligero y etéreo, como si aquellas hojuelas hubieran sido cortadas de la franja central esmeralda de un arco iris. El milagro aparecía patente a todos aquellos que paseaban aquella tarde por el Parque. Lo que había estado muerto renacía ahora; el hollín reverdecía con el verde del iris. Sí, era patente. Y aún había más, y es que aquellos mismos que presenciaban la metamorfosis taumatúrgica de la muerte a la resurrección, cambiaban también. Había, algo contagioso en el milagro primaveral. Amándose más, las parejas que se rezagaban bajo los árboles eran más felices…, o más agudamente desdichadas. Los hombres fuertes se destocaban, y mientras el sol les besaba la calva formaban buenos propósitos, acerca del whisky, sobre la bonita mecanógrafa de la oficina o para levantarse más temprano. Llevando al lado muchachos intoxicados por la primavera, las muchachas consentían, a pesar de lo que aconsejaban su educación y la alarma que sentían, en marchar juntos de paseo. Caballeros de edad provecta, que cruzaban el Parque camino de sus casas, sentían de pronto que en sus corazones endurecidos brotaban, lo mismo que en aquellos árboles, sentimientos de amabilidad y generosidad. Pensaban en sus mujeres con un repentino regusto de cariño, a pesar de sus veinte años de matrimonio.

«Debo retroceder —se decían—, para comprarle un modesto regalo».

¿Qué sería? ¿Una caja de frutas escarchadas? A ella le gustaban las frutas escarchadas. ¿O un tiesto de azaleas? O… Y entonces se acordaban de que era sábado a mediodía. Todas las tiendas estarían cerradas. Y con toda probabilidad, pensaban ellos suspirando, también el corazón de la mujer estaría cerrado; porque la mujer no había paseado bajo los brotes de las hojas. Así es la vida, reflexionaban, mirando con melancolía las barcas en el brillante Serpentine, los niños jugando, los enamorados sentados con las manos entrelazadas en el verde césped. Así es la vida; cuando el corazón está abierto, las tiendas, generalmente, están cerradas. Pero, a pesar de todo, formaban el propósito de contener sus raptos de mal humor en el futuro.

En Peter Brett, como en todos los demás que cayeron bajo su influencia, este brillante sol de primavera y los árboles cubiertos de botones dejaron profunda huella. Todo ello le hacía que se sintiera de pronto más sólo y descorazonado que nunca. Por contraste con el esplendor que le rodeaba, su alma parecía oscurecérsele más. Los árboles se iban revistiendo de hojas; pero él permanecía muerto. Los enamorados paseaban en parejas; él paseaba solo. A despecho de la primavera, a pesar de los rayos de sol, a pesar del hecho de que era sábado —o más bien a causa de todas estas cosas que debieran haberle hecho feliz, como a



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