49 penurias de Troy by C. J. Benito

49 penurias de Troy by C. J. Benito

autor:C. J. Benito
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
publicado: 2016-07-19T22:00:00+00:00


El martes por la tarde, Thelia estaba revisando un artículo para Lana, cuando llegó Troy. Thelia dejó el trabajo y corrió a abrazarlo, le daba lo mismo lo que pensaran los demás.

—Hola preciosa, ¿almorzamos?

—Termino una cosa y nos vamos.

Thelia regresó a su mesa y continuó su trabajo mientras Lana hablaba con Troy. El artículo era realmente interesante, trataba sobre una máquina que limpiaba los macarrones por dentro. Pulsó el botón de guardado rápido y se lo envió a Lana que se olvidó de que tenía el altavoz del ordenador al volumen máximo y chilló al escuchar la notificación de correo entrante.

Thelia caminaba agarrada del brazo de Troy, no podía ser más feliz, hombre y trabajo perfectos. Caminaron hasta un restaurante cercano y entraron dentro, se sentaron en una mesa del rincón y Tegualdo y Nome se quedaron a una distancia prudencial para concederles algo de intimidad.

—¿Troy, tú tienes armas?

—No me gustan las armas.

—Creí que un ricachón adoraría las armas.

—Yo no, prefiero los coches, por cierto… te he comprado un coche.

—¡Un coche! ¿para mí?

—No para el hijo del vecino, me ha pillado generoso. —respondió Troy con sarcasmo.

—¡Idiota! —chilló Thelia dándole un puñetazo en el brazo y retorciéndose de dolor después. ¿Cómo podía estar tan duro?

—¿Me va a gustar?

—Seguro, esta noche te lo enseñaré, me dijiste que tenías carnet, ¿no?

—Claro que sí tonto, lo que pasa es que mi coche fallaba más que una escopeta de caña. Lo vendí a la chatarra y me resigné a usar el bus.

—Estoy deseando que lo veas, te va a encantar.

Thelia lo besó y suspiró, le daba igual el coche, la mansión, su dinero, sería feliz con él hasta viviendo de bajo de un puente.

Después de almorzar, Troy se marchó y ella regresó al trabajo, debía revisar dos artículos más, uno sobre el robo de unas dentaduras postizas en un asilo y otro sobre un estudio que afirmaba que lo que emborrachaba no era el hielo.

Se pasó la tarde mirando el reloj del ordenador, estaba deseando ver qué coche le había comprado, ¿sería un BMW, un Mercedes, un…? Mejor no pensar, siguió revisando los artículos y resopló nerviosa.

Troy estaba impaciente, Thelia se retrasaba, cuando vio aparecer el Bentley negro, sonrió animado, estaba deseando enseñarle el coche. Thelia se bajó corriendo del vehículo y corrió para saltar a los brazos de Troy, que no la esperaba y no pudo agarrarla a tiempo de evitar que se estrellara contra unos rosales.

—¿Estás bien?

Thelia escupió unas hojas y se levantó sonriendo, nada iba a fastidiarle el momento.

—¡Estoy perfecta! ¿y mi coche?

—¡Ahí lo tienes, bajo la lona!?

Thelia tiró de la lona y se quedó con cara de pez muerto al ver el tractor, miró a Troy y vio que este se había tirado al suelo, muerto de risa.

—Lo siento cariño, pero no pude evitarlo.

Tras ella, se escuchó un ronroneo y apareció un Ferrari diablo de color rojo. Thelia chilló y corrió hacia el coche que no paró a tiempo de evitar que ella acabara sobre el capó con las piernas para arriba.



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