16 PELDAÑOS: La cripta del Grial by PALAZON ALICIA

16 PELDAÑOS: La cripta del Grial by PALAZON ALICIA

autor:PALAZON, ALICIA [PALAZON, ALICIA]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventura
publicado: 2014-07-25T22:00:00+00:00


CAPÍTULO 17

Mientras esperaba la llegada de Amanda, se retiró a la biblioteca impactado todavía por los cabellos de aquella mujer que sostenía el Cáliz. Rojizos y con reflejos dorados le habían parecido las plumas de un hermoso pájaro; creía recordar que había leído algo relativo al Grial y su color relacionado con el mundo de las aves. De camino, bajo las arcadas del claustro, cayó en la cuenta de un hecho que le produjo un breve escalofrío de orgullo: Manuel había elegido. Como una revelación, llegó a la convicción de que él voluntariamente había provocado la muerte de Dulce, el vientre donde se engendró, y que ahora no había pronunciado casualmente aquella palabra sino que había escogido a quien quería por madre. Y él, su padre, haría que se cumpliera su elección, costara lo que costara. En otro sentido, la visión que recibió a través del ordenador también le había conmovido, provocándole la inmediata asociación con Ganimedes, el copero de los dioses, comparación en la que, sin duda, el joven griego saldría perdedor. Nadie como ella para ofrecérselo, era el complemento perfecto. La imaginaba sirviéndole el vino en la copa, tendiéndosela sustentada por aquellas hermosas manos blancas. Era evidente que un hilo invisible unía a su hijo, a aquella mujer y al Cáliz. Y él, el padre, haría que se cumpliera la alianza.

No tardó en encontrar entre sus notas la referencia que buscaba. En 1736, un autor del que no había consignado el nombre, hablaba del color del ágata de la copa como el de un carbón incandescente, y decía que era tan extraña y extraordinaria, una piedra tan hermosa, teñida de diferentes colores, que nadie había sido capaz de investigar la naturaleza de su color principal. Los autores medievales, en cambio, creían que la piedra de la que estaba hecho el grial era el Lapsit exilis, aquella que Alejandro encontró en la puerta del Paraíso. Leyó unos versos que había copiado del poema Parzival de Wolfram von Eschenbach:

por su magia el admirable pájaro,

el Fénix, se convierte en cenizas y, sin embargo,

es tal la fuerza que mana de la piedra

que nuevamente se levanta renovado del ardor de las cenizas

y las plumas que antes mudó

salen de nuevo más bellas y brillantes…

Y a esta piedra los hombres la llaman Grial.

Sí, era eso lo que andaba buscando, las plumas del ave Fénix, el color rojo de fuego, de las brasas incandescentes. El ave de la inmortalidad y la resurrección, la misma naturaleza mágica que le era atribuida al ágata y, por supuesto, al Santo Grial: la capacidad de sanar, de conservar por siempre la juventud y de conceder la inmortalidad. Y los cabellos de aquella mujer eran como los del Fénix, como los del ágata.

Entornó los ojos y se vio enroscando sus mechones entre sus dedos, creando anillos escarlatas, deleitándose con la sedosidad de aquel tacto que todavía le era desconocido. Se preguntó qué aroma desprenderían sus ondas, cuál sería la esencia de sus rizos. Y de pronto, con un recuerdo punzante, le volvió la imagen de la nodriza de pechos desbordantes, su olor dulzón a leche y pan recién hecho.



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