Yo quemé a Hitler by Erich Kempka

Yo quemé a Hitler by Erich Kempka

autor:Erich Kempka
La lengua: es
Format: mobi, epub
Tags: Historia
editor: Kyrburg Verlag
publicado: 1949-12-31T23:00:00+00:00


[23].

A continuación me preguntó:

—¿Dónde está Fegelein?

Ateniéndome en todo a la verdad, le conté nuestra conversación telefónica y lo informé sobre la marcha del General con mis dos coches y añadí que estaba citado con él a las diez para hacerme cargo de una cartera con documentos.

Todos, tanto hombres como mujeres, nos esforzábamos en conservar la calma, pero la verdad es que todos teníamos los nervios en tensión. Fegelein era tenido generalmente por hombre de conducta intachable. Estaba en posesión de las más altas condecoraciones del Reich y se tuteaba no ya conmigo sino también con Bormann y con los Generales de la Policía Rattenthuber y Baur.

Las secretarias y el Embajador Hewel pidieron al Jefe, que les proporcionase veneno, pues se sabía que, algún tiempo antes, Himmler había suministrado a Hitler varias ampollas de cianuro.

¿Dónde estaría Fegelein?

Si alguien había conocido la traición de Himmler con anterioridad a su consumación tenía que haber sido precisamente Fegelein.

Entretanto había regresado a la Cancillería el ayudante del desaparecido. Fue llevado inmediatamente a presencia del Kriminaldirektor HögI, jefe de la «Delegación de la Oficina de Seguridad del Reich cerca del Führer», y declaró que Fegelein había decidido en efecto despedir los coches y proseguir su camino a pie.

Con el ayudante se encaminó a su domicilio particular, donde se vistió de paisano, proponiendo a su acompañante que hiciese lo mismo.

Extrañado por el proceder anormal de su jefe, el ayudante vaciló y acabó por decidir que lo correcto era regresar a la Cancillería de uniforme. Fegelein le dijo que su propósito era dejarse rebasar por los rusos, para tratar a continuación de abrirse camino hasta reunirse con Himmler.

Todo esto demostraba de modo indudable la traición y el quebrantamiento del juramento de fidelidad por parte de Fegelein, y, por orden de Bormann, se procedió a informar a todos los organismos con los que todavía era posible comunicar de que aquél debería ser detenido y conducido al refugio del Führer tan pronto como fuese habido.

El detalle que voy a contar a continuación dará idea del ritmo desusado que presidía en aquellos momentos los hechos que se desarrollaban en la Cancillería del Reich:

Mientras todos estábamos pendientes de la captura de Fegelein, el Secretario de Estado Neumann procedió a casar a dos ordenanzas en presencia de Hitler y de Eva Braun. Las novias habían llegado a refugiarse cerca de sus prometidos, huyendo de los rusos que iban invadiendo la capital. La ceremonia tuvo lugar en un local de la Vieja Cancillería que no estaba expuesto al fuego enemigo y fue celebrada dentro de la mayor sencillez.

Hacía medianoche la centralita telefónica recibió una llamada de Fegelein que, desde algún punto de Berlín, pedía comunicación con Eva Braun. Apresuradamente le dijo el General a su cuñada que debía abandonar inmediatamente Berlín, junto con Hitler. Él mismo consideraba todavía posible la salida y estaba dispuesto a organizarla. Eva Braun declinó el ofrecimiento y manifestó que renunciaba a su ayuda. Hizo notar a Fegelein las consecuencias que tendría su actitud y le rogó que volviese inmediatamente



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