Virginia Woolf by Nigel Nicolson

Virginia Woolf by Nigel Nicolson

autor:Nigel Nicolson [Nicolson, Nigel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 1999-12-31T16:00:00+00:00


Leonard y Virginia en Monk’s House en 1926, con Pinka (Flush) en primer plano. Fotografía sacada por Vita. (Colección del autor).

Virginia se sentía de este humor con frecuencia. En una ocasión Leonard la convenció para pasar un día con su hermano Herbert y su esposa, que vivían en Cookham, Berkshire. Herbert era corredor de bolsa y carecía de cualquier tipo de interés intelectual y en cambio Virginia, en lugar de ridiculizarlos como de costumbre, pensó en lo reconfortante que tenía que ser no haber oído hablar nunca de Roger, Clive, Duncan o Lytton. «Oh, esto es la vida, me digo sin parar; ¿y qué es Bloomsbury o Long Barn más que una contorsión, un nudo temporal —le escribió a Vita— y por qué me compadezco y burlo de la especie humana cuando en su mayor parte es profundamente feliz y vive en paz? No tienen nada que desear. Son sencillos y cuerdos de pies a cabeza».

Es dudoso que Herbert mencionara la bolsa o Leonard los problemas de Hogarth Press porque según las convenciones no debía hablarse de trabajo. Sin embargo, la editorial les estaba dando muchas preocupaciones. Seguían imprimiendo y encuadernando panfletos, como Voltaire de Laura Riding y Poems de Robert Trevelyan. Los libros más largos, como las novelas de Virginia o Passenger to Teheran de Vita, los confiaban a impresores profesionales pero las tareas mecánicas, los paquetes y las entrevistas con libreros y comerciales se les comían el tiempo que Leonard habría querido dedicarle al periodismo, los libros y la política, y Virginia, a sus novelas. ¿Valía la pena esta carga de trabajo monótono e incesante? En 1927 obtuvieron un beneficio neto de solo veintisiete libras. Pero persistieron. Pensaron en comprar la librería de David Garnett y traducir las obras de Freud. Abandonaron la idea de la librería, pero siguieron adelante con la de Freud aunque es dudoso que Virginia llegara a leerlo jamás.

La huelga general de mayo de 1926 generó más emociones que complicaciones. Solo afectó a la Hogarth Press de modo muy marginal puesto que sus empleados, Angus Davidson y una secretaria, no la secundaron y la impresión externa solamente se interrumpió durante los nueve días que duró la huelga. Los voluntarios mantuvieron en funcionamiento los principales servicios públicos. No circulaban autobuses ni taxis, no funcionaba el metro, pero el tránsito londinense recurrió a las bicicletas y para las comunicaciones se usó el teléfono y la radio. La huelga forzó a Virginia a posicionarse políticamente. Hasta entonces no había manifestado demasiado interés por estas cuestiones. Ahora, en solidaridad con Leonard, apoyó a los huelguistas aunque quizá no con tanto valor como su esposo. «Si alguna vez estuvo justificada una huelga general —escribió Leonard en sus memorias— fue la de 1926», y organizó una petición de apoyo liderada por destacados intelectuales que únicamente Galsworthy se negó a firmar. La huelga se solucionó repenti­­namente, en perjuicio de los mineros que la habían iniciado. «Todo el mundo está exultante —informó Virginia a su hermana—. Vamos a celebrar una cena huelguista y a beber champán con Clive, los Fry y otros espíritus».



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