Vigilando by Blake Pierce

Vigilando by Blake Pierce

autor:Blake Pierce [Pierce, Blake]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Blake Pierce
publicado: 2018-06-08T00:00:00+00:00


CAPÍTULO DIECINUEVE

Riley trató de calmarse.

No veía a Trudy entre las personas que estaban bailando en el patio.

«No se iría a ningún lugar sin decírmelo —pensó Riley—. Jamás se iría sin mí.»

Pero ¿dónde estaba?

Mientras Riley se quedó mirando la multitud, Cassie tomó a Gina de la mano y las dos se pusieron a bailar. No parecían alarmadas por la ausencia de Trudy. Riley trató de decirse a sí misma que ella tampoco debía alarmarse.

Pero sabía que no se calmaría hasta encontrar a su compañera de cuarto. Tenía que estar segura de que Trudy estuviera sana y salva.

Riley se abrió paso entre los bailarines para buscarla. Sintió a alguien tomar su mano pero cuando se dio la vuelta vio que era un chico de una de sus clases.

—Vamos —dijo.

Riley apartó la mano y dijo: —Lo siento, estoy buscando a…

El chico se alejó antes de que pudiera terminar la frase. Mientras hizo su camino por la pista, lo vio bailando con Cassie y Gina. Era obvio que todos estaban pasando un buen rato. Esta era exactamente el tipo de fiesta que le había prometido a Trudy esta noche, ¿así que porqué se iría sin decir nada?

Su compañera de cuarto no estaba en la pista de baile ni en ninguna de las mesas, así que Riley entró a la discoteca. Había mucha más gente adentro que afuera en el patio. No podía ver sobre las cabezas de las personas que la rodeaban. La música también estaba mucho más fuerte aquí, así que nadie escuchó a Riley gemir de desesperación.

Si Trudy estaba aquí, ¿sería capaz de encontrarla en medio de esta multitud?

Mientras se abrió paso por la pista de baila, Riley fue golpeada por bailarines. No vio a Trudy por ninguna parte, pero no estaba segura de que no había pasado por alto en todo este gentío.

Se dirigió hacia la barra, donde un montón de gente estaba amontonada tratando de hacer pedidos. Riley sabía que sería imposible abrirse paso entre ellos.

«Si Trudy está allí pidiendo algo, aparecerá dentro de poco», pensó Riley.

Pero Riley no pudo relajarse, y mucho menos esperar a que Trudy reapareciera.

Se dirigió hacia el baño de mujeres, el cual estaba lleno de estudiantes esperando su turno.

Plenamente consciente de que estaba haciendo el ridículo, gritó: —¡Trudy! ¡Trudy! ¿Estás aquí?

Las otras mujeres jóvenes miraron Riley como si estuviera loca.

«Tal vez sí estoy loca», pensó.

Pero a Riley no le preocupaba lo que la gente pensara de ella ahora mismo.

Ella gritó: —¿Alguien conoce a Trudy Lanier? ¿Alguien la ha visto? ¿Alguien sabe dónde está?

Muchas chicas negaron con la cabeza, y otras dijeron que no.

El único otro lugar en el que Trudy podría estar era el sótano. Riley corrió en esa dirección y bajó por las escaleras dos pasos a la vez. Se detuvo en seco a lo que llegó al sótano, sin saber si debería sentirse aliviada o molesta ante lo que vio.

Su compañera de cuarto estaba muy segura, y al parecer muy feliz.

Trudy estaba sentada en una mesa, la misma que Riley había ocupado la noche del asesinato de Rhea.



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