Unos Por Otros by Philip Kerr

Unos Por Otros by Philip Kerr

autor:Philip Kerr [Kerr, Philip]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: spanish
ISBN: 9788479013288
editor: RBA
publicado: 2007-04-14T16:00:00+00:00


El ritmo de avance cogió a todo el mundo por sorpresa, tanto a nosotros como a los Popov. Así llamábamos a los Ivanes en aquella época. El 21 de junio de 1941 nos reunimos en la frontera soviética, aterrorizados por lo que pudiera pasar. Pasados cinco días, habíamos recorrido unos asombrosos doscientos kilómetros y estábamos en Minsk. Bombardeado por una enorme descarga de artillería y acribillado por la Luftwaffe, el Ejército Rojo sufrió un ataque masivo y muchos pensamos que la guerra estaba más o menos concluida en aquel momento. Pero los rojos seguían luchando donde otros, los franceses, por ejemplo, con toda seguridad se habrían rendido. Su tenacidad se debía, como mínimo en parte, a que los destacamentos de seguridad de la NKVD habían hecho cundir el pánico radical con la amenaza de ejecuciones sumarias. Sin duda, los rojos sabían que aquello no era una fanfarronada, eran muy conscientes del destino que habían tenido miles de prisioneros políticos ucranianos y polacos en Minsk, Lvov, Zolochiv, Rivne, Dubno y Lutsk. Tan rápido había sido el avance de la Wehrmacht en Ucrania, que los soviéticos en retirada no tuvieron tiempo de evacuar a los prisioneros retenidos en las celdas de la NKVD. Y no querían dejar que cayeran en nuestras manos porque podrían convertirse en ayudantes de las SS, o partisanos alemanes. Así que antes de abandonar esas ciudades a su suerte, la NKVD prendió fuego a las cárceles, con todos los prisioneros todavía encerrados. No, no es cierto. Se llevaron a los alemanes consigo. Supongo que pretendían canjearlos por rojos más tarde, pero no acabó así. Los encontramos más tarde, en un campo de tréboles en la carretera hacia Smolensk. Los habían desnudado y matado a balazos.

Yo estaba con el batallón de policías de reserva adjunto al 49.o ejército. Nuestra misión era encontrar a las brigadas de asesinos de la NKVD y poner fin a su actividad. Teníamos información de que un escuadrón de la muerte de Lvov y Dubno había ido hacia el norte, a Lutsk, y, en nuestros carros ligeros Panzer y los coches blindados Puma, intentamos llegar antes que ellos. Lutsk era una pequeña ciudad sobre el río Styr, con una población de diecisiete mil habitantes. Era la residencia de un obispo católico, con toda probabilidad poco querido por los comunistas. Cuando llegamos, encontramos casi a la población entera reunida alrededor de la cárcel de la NKVD con una gran angustia por el destino de sus parientes encarcelados ahí. Un ala de la prisión ya estaba en llamas, pero con nuestros coches blindados conseguimos romper una pared y salvar la vida de un millar de hombres y mujeres. Sin embargo, llegamos tarde para casi tres mil más. Muchos habían recibido un tiro en la nuca. Otros habían muerto por granadas lanzadas a las ventanas de las celdas, pero la mayoría simplemente habían sido quemados vivos. Jamás olvidaré el olor a carne humana quemada mientras viva.

La gente de la ciudad nos contó en qué dirección había ido el escuadrón de la muerte, así que salimos tras ellos, resultó bastante fácil con los Panzer.



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