El plan de Himmler by Mario Escobar

El plan de Himmler by Mario Escobar

autor:Mario Escobar [Escobar, Mario]
La lengua: spa
Format: epub, mobi
Tags: Novela, Bélico, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2013-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO 12

PRIMERA INCERTIDUMBRE

Una de las dudas que asaltaron a Klaus tras dos días de descenso fue la posibilidad de que se quedaran sin oxígeno. Esa duda comenzó a asaltarle y a veces sentía como si le faltara el aire. Tras dos días bajo tierra sin ver la luz del sol, parecía que nunca más saldrían de ese lugar apartado y oscuro del mundo.

Hans parecía algo más tranquilo que su compañero, aunque al ser un hombre de letras como su profesor, no dejaba de pensar en los peligros a los que se enfrentaban. Una cosa era leer plácidamente en el salón de tu casa una novela de aventuras y otra muy distinta meterse dentro de ella.

Dietmar Rudel, Lukas Peitz y la paleontóloga Bárbara Sigfried, parecían totalmente inmunes al temor y la angustia. Apenas hablaban, no se quejaban e incluso parecían disfrutar del viaje.

Klaus lo había pasado muy mal el día anterior. Tras retrasar el asesinato de los soldados irlandeses, Rudel mandó a dos de sus hombres que los entretuvieran en el fondo del túnel y allí mismo los degollaran. Klaus no había visto cómo los mataban, pero había escuchado sus gritos desesperados. Aquello le recordaba que seguía perteneciendo al club del mal y eso no le gustaba. No se consideraba un santo; en su época de estudiante, justo al finalizar la Gran Guerra, había pertenecido a grupo de extrema izquierda que había cometido todo tipo de atropellos en Hamburgo, pero nunca le gustó hacer daño a nadie y abominaba de aquella etapa fanática de su vida.

—Profesor Klaus, según el libro de Julio Verne, ¿cuántos días de descenso pasaron hasta llegar al centro de la Tierra? —preguntó Bárbara, poniéndose a su altura.

Klaus se enrojeció, pero la luz de las linternas le protegió del ridículo más espantoso. Tras su expulsión de la universidad había procurado hacer una vida de ermitaño. Sin trabajo ni futuro, no se atrevía a pedir a una mujer que compartiera el resto de su vida con él.

—No nos servirá mucho la referencia. Sí es cierto que el viejo alquimista que describe Verne entró por las cumbres de Sneffels, que estaban a unos 5000 metros de altura; nosotros hemos entrado casi al nivel del mal —dijo Klaus.

—Eso es cierto —comentó Peitz—, el tiempo se puede reducir en casi un día de descenso.

Peitz parecía el típico científico callado, en cierto sentido era el más parecido a Klaus, él estaba en el viaje por estrictas razones científicas, no tenía ningún interés en medrar en el régimen nazi, aunque Hitler y su lugarteniente Himmler, eran conscientes de cómo manipular a ese tipo de personas.

—Lo cierto es que Verne habla de diez días de descenso —comentó Hans uniéndose a la conversación.

—¡Maldición! Nuestras provisiones son para cinco o seis días de descenso —dijo Peitz. Todos se quedaron sorprendidos por su reacción.

—No se preocupen, el agua es lo que más escasea, pero tenemos comida para diez días de descenso si es necesario. Seguro que encontramos alguna fuente subterránea —dijo Rudel.

Las palabras de Rudel no tranquilizaron a Klaus.



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