Una larga conquista by Charlaine Harris

Una larga conquista by Charlaine Harris

autor:Charlaine Harris [Harris, Charlaine]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 2020-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO QUINCE

Dos horas después, lamenté haber dicho eso. Me encontré a Rogelio sentado en otro restaurante, bebiéndose una copa en un vaso de tubo con mucho hielo. Estaba solo. Lo esperé fuera, no resultó fácil fingir naturalidad mientras me mantenía fuera de su campo visual. Finalmente, salió. Llegados a ese punto, lo odiaba porque se había pasado todo ese rato bajo un ventilador, tomándose una bebida fría, mientras yo estaba allí, sudando.

Me dispuse a seguirlo. En un pueblo pequeño como Sally, no fue tarea fácil. Me alegré mucho cuando divisé a Eli circulando con su abollado coche. Cruzamos una mirada y yo giré la cabeza hacia Rogelio, que se encontraba a una manzana por delante de mí. Eli cambió de sentido y detuvo el coche junto a mi antiguo compañero de banda, que se giró cuando Eli se inclinó sobre el asiento del copiloto y bajó la ventanilla.

—Rogelio —lo llamó.

Apreté el paso para cortarle la retirada a Rogelio, que aún no había reparado en mi presencia. Rogelio se acercó a la ventanilla y se agachó. Me acerqué a él por detrás y le pegué un cuchillo a las costillas.

—Sube al coche —dije.

—No.

Rogelio hizo presión con el cuerpo hacia atrás, pero le hinqué el cuchillo.

—¡Serás zorra! —exclamó.

Hizo amago de darse la vuelta para golpearme, pero Eli le lanzó un hechizo contenido en unos polvos que extrajo de un bolsillo de su chaleco de grigori. Rogelio se quedó callado y mudo de expresión.

—Así me gusta —dije.

Abrí la puerta del copiloto y le dije a Rogelio que se montara. Obedeció sin rechistar. Yo me monté en el asiento trasero.

—Suave como la seda —dije sonriendo. Mantuve el cuchillo en la mano—. ¿Cuánto durará el hechizo?

—Es impredecible —me advirtió Eli—. Así que no te confíes.

—No pensaba hacerlo.

Estaba inclinada hacia delante en el asiento, con el cuchillo cerca del cuello de Rogelio. Solo tardaría un segundo en rematarlo.

Secuestramos a Rogelio poco antes del mediodía y las calles estaban vacías. Todo el mundo estaba en casa, comiendo, o dentro de una tienda, de compras. Cualquier cosa menos exponerse al sol. De la poca gente que había por la calle, nadie parecía haberse dado cuenta de nada. Y si se habían enterado, estaban tan confusos por lo ocurrido que no dirían nada.

Salimos de Sally por el norte y nos adentramos en la campiña, cubierta de hierba ondulada y dedicada a la agricultura en su mayor parte. Vacas y gallinas, algún cultivo ocasional de algodón o… lo que fuera. No tengo mucha idea de agricultura.

Rogelio pareció más espabilado al cabo de diez minutos, y poco después se puso a revolverse y a mascullar.

—¡Estate quieto! —le espeté, rozándole el cuello con el cuchillo—. No hables hasta que te lo digamos.

Nuestro pasajero involuntario se quedó callado un par de minutos, pero luego empezó a revolverse otra vez, mientras repetía: «No, no, no». Menudo incordio.

—¿Hemos llegado ya?

Estaba preguntándome cuánto tiempo tardaría en tener que pelear con Rogelio, lo cual no resultaría difícil, porque estaba detrás de él e iba armada. Pero no habíamos tenido ocasión de registrarlo.



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