La Dama del Norte by Ulises Bértolo

La Dama del Norte by Ulises Bértolo

autor:Ulises Bértolo [Bértolo, Ulises]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Drama, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2023-02-15T00:00:00+00:00


1994

29. EL GALLEGO LANDEIRA

Me impacta la sola idea de imaginar seiscientos paquetes apilados en la parte trasera de una furgoneta. Los nervios que siento en el estómago —es lo que hay, si quiero ganar puntos tengo que asumir riesgos— son similares a los que experimenté cuando Tony Lobo quiso cargarme el muerto.

El colombiano encargado del alijo se hospeda en un hostal de Malasaña con un nombre falso, claro. Es moreno, de silueta alargada y robusta. El transportista es más viejo y fondón, solo necesito cruzar unas pocas palabras con él para descubrir que es gallego. No me coge de sorpresa, el cargamento ha entrado por la costa de Pontevedra hace un par de días y lo han traído a Madrid por carretera.

—¿Vamos? —dice el gallego.

Miro el reloj. Son las cinco en punto.

—Es demasiado tarde. Aunque carguemos todo rápido nos van a dar la nueve de la noche y habrá poco tráfico. Mañana por la mañana podemos pasar mucho más desapercibidos.

—Ah, no, yo no me quedo al cargo de todo eso toda la noche, ¿eh? El trato era sacarla del barco y traerla.

El colombiano me brinda una sonrisa de suficiencia.

—Lo hacemos ahora —dice.

—Eso, tranquila muller —añade el gallego.

Cedo. Si el colombiano está de acuerdo poco más puedo decir.

Creo que no lo dije antes, pero ahora tengo un Opel Corsa. Gris, nada llamativo. El colombiano sube en el asiento del copiloto y el gallego en la parte trasera.

—¿Adónde vamos? —pregunto.

El gallego asoma la cabeza entre el hueco que queda entre los asientos delanteros y dice:

—Al Plantío, por la carretera de La Coruña.

Las seis y cinco, voy siguiendo las indicaciones del gallego, me dice que baje la velocidad en una recta, no escatima en recomendaciones, que si más despacio, que vaya por la izquierda, que me pegue a la derecha, tal cual estira una mano y me dice que pare frente a una nave industrial sin ningún cartel indicativo.

El gallego nos presenta al chico que aguarda nuestra llegada al pie de un camión frigorífico.

—Es mi sobrino Julio, de total confianza, ¿a qué sí? —El chico esboza lo que pretende ser una sonrisa cuando el gallego le tira del moflete.

—¿Les doy un cartón? —pregunta el chico.

—Mejor cinco —responde el gallego.

El colombiano coge efusivamente los cartones de tabaco, el gallego le pasa una cajetilla, le dice que es de Winston de batea. El colombiano enciende un cigarrillo. Entorna los ojos con la primera calada, como si una ola de bienestar le invadiese las entrañas.

Yo acepto los cartones, pero no sé muy bien qué hacer con ellos.

—Hala, nos vamos —dice el gallego a su sobrino, como quien manda a acostar a un niño pequeño—. Yo voy con ellos en el coche, tú detrás en el camión, y no te pegues demasiado.

Discutimos el trayecto, al final decidimos el camino más recto a Alcobendas. Allí está la nave donde procederemos a la descarga, desde donde saldrán los coches cargados con cantidades de entre cincuenta y doscientos kilos para los mayoristas. Walter Marulanda se encarga de pagar a todo el mundo, salvo al gallego, que cobra en especie y ya ha retirado su cupo de la coca en Galicia.



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